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Edorta Etxarandio

-SERENDIPIA DEL HOMO SAPIENS-

A la búsqueda del gorila de montaña

Retomamos nuestros viajes virtuales, en estos tiempos en que se percibe inviable el desplazamiento a lugares lejanos, y perseverando en lo que son monumentos de la naturaleza. Nos vamos a sumergir en un intrincado bosque ecuatorial húmedo en las estribaciones de la cordillera de Virunga, en el centro de África, en las inmediaciones de las fronteras entre Uganda, República Democrática del Congo y Ruanda, en el Gran Valle del Rift.


El Parque Nacional de la Selva Impenetrable de Bwindi (Bwindi Impenetrable National Park, BINP) está situado en el extremo suroeste de Uganda, con 33 mil hectáreas de bosque ecuatorial en de la frontera con la República Democrática del Congo. Al otro lado de esta frontera se encuentra el Parque Nacional Virunga. Fue creado en 1991 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994. Las zonas altas son una pluviselva de montaña caracterizada por importantes endemismos de fauna y flora. Son famosos los 325 gorilas de montaña (gorilla beringei beringei), los primates vivientes más grandes, de una de las dos poblaciones de la subespecie del gorila oriental, de la que únicamente quedan unos 750 individuos

El parque mismo no puede recorrerse más que a pie, y así, observar de cerca a los gorilas de montaña, en un trekking exigente, por lo anfractuoso del paisaje, a través de la espesura. Con una temperatura, en cuanto avanza el día, muy elevada, y un nivel de humedad enorme. Se accede en todoterreno hasta un centro de interpretación en que se sortea la asignación de las cinco o seis familias de gorilas a grupos de ocho personas. Los que acceden a unas pistas, en cada uno de los cinco o seis puntos donde esperan dos guardas armados, y allí se pueden reclutar, a voluntad de los visitantes, porteadores locales, para iniciar la aproximación.

Los trescientos cincuenta gorilas de montaña, la mitad de la población mundial de esta especie en peligro de extinción, tienen una cuarta parte de esas cinco o seis familias, habituadas a la presencia humana. Las tres familias iniciales llamados Mubare, Katendegyere y Rushegura, están ya formados por quienes nacieron ya con visitantes internacionales.

Al grupo que le toca la familia Mubare encuentran los gorilas relativamente pronto y fácil, aunque otros están más recónditos, y hay que trabajar para hallar dónde han preferido colocarse. Es un sistema en que no tienen depredadores y la fuente de alimento se halla siempre abundante y disponible en un vagabundeo de corto alcance. Todo este hábitat se logra gracias a los ingresos de divisas procedentes de un rango de turistas. Tuvimos ocasión de experimentar la búsqueda de una familia esquiva en las navidades de 2015, y así, nos forzamos a un ejercicio físico saludable, y a sentir lo que pudieran sentir nuestros ancestros en cuando bajaron de los árboles hace 700.000 años en un ambiente parecido. Aunque provistos de un cerebro distinto, claro es.

El escenario del origen de nuestra especie

En una selva como la de los montes Virunga empezó todo para el ser humano. Después del acontecimiento K/T (Kreide Tërtiar), que inició la Era Terciaria hace 65 millones de años con un cataclismo por el impacto de un enorme asteroide, junto con vulcanismo importante y cambios en el nivel del mar, se extinguieron los dinosaurios y todos los animales terrestres de tamaño superior a un perro pequeño. Entonces se abrió la ventana de oportunidad para los mamíferos primitivos.

De uno de éstos, que se parecía a una musaraña huidiza por el sotobosque de estos lugares en el ecuador del supercontinente afro-euroasiático de entonces, y que ahora es la frontera entre Uganda y lo que antes se decía Zaire, en un proceso de diversificación aparecieron los primates iniciales, hace 60 millones de años. Desde este hábitat aprovecharon en no menos de 25 millones de años para expandirse, aprovechando un largo caldeamiento global (con dos episodios heladores de 400.000 y 200.000 años, respectivamente), hasta que la frontera del Oligoceno y el Mioceno supuso la entrada en la escena vital de los primeros animales simiescos, hace 23 millones de años.

Desde ese momento, y ya con continentes que son identificables para nosotros, los cambios climáticos se suceden, por factores orbitales, atmosféricos y tectónicos. A menudo de manera impredecible, pero el sitio que se reproduce en las imágenes de nuestros gorilas permaneció siempre siendo una selva tropical húmeda, con abundancia de alimentos de su dieta simiesca: hojas, hierbas, frutos maduros, y al final, nueces.

Aunque el pariente más cercano de nuestros ancestros no es el célebre gorila de montaña, sino el chimpancé. Este también se puede visitar no muy lejos de los montes Virunga, en tierras algo más bajas de Uganda a pocos km al norte de la línea de Ecuador, en el Parque de de Kibale. Allí habitan más de 500 chimpancés de la subespecie oriental de la común (pan troglodytes schweinfurthii).


Estos chimpancés están también muy acostumbrados a las visitas humanas exóticas, de turistas extranjeros, quien como yo le sacó la foto, y para quien posa relajadamente. No es probable que sus demostradas capacidades mentales lleguen a comprender la contribución de los fotógrafos aficionados a la financiación del Parque. Pero sí alcanzan a asociar dichas visitas, curiosas pero pacíficas, con una vida placentera, protegida en un ambiente en que comen alimentos distribuidos de modo uniforme y sus predadores, principalmente los parientes humanos menos exóticos,  son controlados

Hace 9 millones de años se separó el linaje del orangután de entre los simios antiguos, probablemente un millón de años después se desgajó la línea del gorila, y finalmente llegó la división del chimpancé y el hilo de los humanos, hace 5 millones de años.

La evolución de la especie humana

Hay una tendencia a considerar, lógicamente por la mayoría que admite la evolución de las especies mediante selección natural, que la conquista del planeta por homo sapiens, la única especie de humano que ha perdurado y reina en solitario en la Tierra, proviene de que el modelo era el mejor. Los que mejor se arreglaron con el ambiente pudieron llegar a la edad reproductora, produjeron descendientes, y más recursos disponibles acopiaron para perpetuar su genes. En la domesticación de plantas y animales, y en la propia autodomesticación del ser humano, en ese proceso de sedentarización, agricultura y formación de ciudades, de hace 8.000 años, los humanos nos convertimos en parte del ambiente.

Pero, por una parte, la supervivencia diferencial hasta la edad reproductora es un juego de números: el nuevo ambiente domesticado protege y aumenta el número de individuos, que así, dominan a sus antepasados silvestres, no por superioridad biológica sino por el número. Por ello, los agricultores del Creciente Fértil, del valle del Yang-tsé, los mayas y mexicas, o los aldeanos del lago Titicaca, eran de menor estatura, estaban peor nutridos, y eran más propensos a contraer enfermedades, que los cazadores-recolectores de Eurasia o América. Pero fueron a menos en número, y éstos se extinguieron, y solo quedan unos pocos en reductos de la Amazonía, Borneo, o Nueva Guinea.

Y por otra parte, el ambiente tiene como componente principal al clima, que es lo que ha dado lugar a la constitución biológica inteligente del homo sapiens. Pero también a hecatombes de gran extinción homínida y humana. El efecto de los azarosos cambios del clima ha favorecido a quienes estaban en el momento correcto en el lugar correcto, de tal manera que podía perfectamente haber sido de otra manera. Por ejemplo, el Homo neanderthalensis, podría haber prosperado, y en cambio, nuestro famoso ancestro Cro-Magnon ser un experimento fracasado.


El cuadro de una evolución lineal desde un homínido primitivo africano (la “Eva mitocondrial” que habría vivido en África tropical hacía 200.000 años atrás) hasta el humano moderno, con el homo heidelbergensis como discutida evolución del homo erectus al homo neanderthalensis. Esto supone una sustitución de unos modelos por otros y se explica con diversas teorías, aunque sigue habiendo quienes propugnan el multirregionalismo, y otros que matizan la tesis de la sustitución sucesiva. No hay seguridad sobre donde apareció antes homo erectus, pero sí que en la Tierra, coincidiendo en ciertas épocas y regiones, hubo homo erectus, homo neanderthalensis, y ancestros de homo sapiens, como especies emparentadas pero diferentes, e incluso pervivían, de haberse desarrollado en una extensa mancha de sabana herbácea de Eurasia.

Los protoancestros de cerebro pequeño más antiguos, según demuestra el homo floresiensis, no desapareció de isla remotas de Indonesia hasta hace solo 12.000 años. La marcha erguida no surge al bajar de los árboles los protoancestros de cerebro pequeño, puesto que ya existía para caminar sobre las ramas, dejando liberados los brazos, como anda el orangután y demuestra la forma de su cadera. Lo distintivo es la flexibilidad de la muñeca y de la pinza de los dedos de la mano, diseñada para, libres por la deambulación semierguida, poder seleccionar frutas y buscar métodos de quebrar frutos de cáscara dura, y que después permitió la fabricación de herramientas, y a la postre, el arte

Serendipia

Somos la única especie humana que ha superado los cambios medioambientales y ha dominado el planeta. Precisamente siendo la causa moderna de aquéllos, y a pesar de que durante milenios ha compartido la Tierra con otros modelos de ser humano, bien dotados, ha triunfado en un ejemplo de serendipia.

El término serendipia, que recientemente se ha incorporado al diccionario de la RAE, procedente del inglés serendipity, se utiliza para referirse a un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce, de manera accidental o casual, cuando se está buscando otra cosa distinta. La serendipia en la ciencia designa a la respuesta encontrada causalmente a preguntas mucho más trascendentes que las planteadas inicialmente. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca.

En una noción más simple, de casualidad o coincidencia, en castellano puede tener un campo semántico coincidente con chiripa. Chiripa, nos dice Corominas, que es vocablo de origen incierto y se asocia con otras palabras del castellano de habla vasca y cántabra, como “chiripita” o “chiribita”, para referirse a cosa pequeña. Es popular, en particular, la margarita de las campas (bellis perennis). En el Diccionario de R.M. Azkue aparece txiripa, como dialectalismo del bizkaiera de Ermua, significando nudo o roseta. Evoca relación con chico-a, que es palabra común al euskera txiki o ttipi, y que se comparte, no se sabe cuál sea origen y destino, o si no hay dirección alguna. Y es uno de esos vocablos preindoeuropeos del acervo genérico anterior a la latinización, con el castellano, catalán, sardo y algunos dialectos del italiano.

En cualquier caso, aun con parecido fonético, chiripa y serendipity, nada tienen qué ver. El concepto anglosajón es un neologismo acuñado por el autor inglés Horace Walpole en 1754 a partir de un cuento tradicional persa llamado “Los tres príncipes de Serendip”, En este relato, los protagonistas eran unos príncipes de la isla Serendip -antiguo nombre persa de la isla de Ceilán (la actual Sri Lanka)- solucionaban sus problemas a través de increíbles casualidades. Walpole le describe en una carta a su homónimo Horace Mann (que estaba en Florencia), el significado del término que se ha inventado y su origen: “… They were always making discoveries, by accident and sagacity, of things they were not in quest of…”

 “Los tres príncipes de Serendip” es la versión en Inglés de la historia Peregrinaggio di tre giovani figliuoli del re di Serendippo publicado por Michele Tramezzino en Venecia en 1557. Tramezzino afirmaba haber escuchado la historia de un tal Cristoforo Armeno, que había traducido del persa la adaptación de un libro medieval de Amir Khusrau’s Hasht-Bihisht. La historia llegó a inglés a través de una traducción francesa, que había sido utilizada por Voltaire en su Zadig ou la destinée, novela famosa de ficción filosófica, de 1747 (Zadig & Voltaire, puede que suene -yo no lo sabía- por una tienda de marca de moda francesa), en cuyo capítulo III hay una versión del cuento, que concierne, en lugar de un camello, a un caballo y un perro, y desenvuelve el proceso mental que le permite describir los dos animales, que nunca ha visto.

La versión clásica, con camello, es interesante:

Los tres príncipes de Serendip

 

Érase una vez, tres príncipes de la isla persa de Serendip. Los tres eran inteligentes y bien educados. Su padre les había encomendado viajar a la India cuando, de repente, se toparon con unas huellas.

El primer príncipe, tras observarlas, dijo: “Son las huellas de un camello tuerto del ojo derecho. Esto lo digo porque he visto que la hierba de la parte derecha del camino que da al arroyo estaba intacta, mientras que la de la parte izquierda que da a la colina estaba más seca y consumida”.

El segundo príncipe, añadió: “A este camello le falta un diente: lo sé porque la hierba que ha arrancado tiene por encima pequeñas cantidades masticadas.”

Por último, el tercer príncipe, observó: “Eso no es todo: el camello está cojo de una de las dos patas de atrás. Seguramente la izquierda, ya que las huellas son más débiles en este lado.”

Entonces, el hermano mayor afirmó: “El camello llevaba una carga de miel y mantequilla. Lo puedo decir porque al borde del camino las hormigas comían en un lado, mientras que en el otro se concentraban abejas, avispas y moscas.”

Celoso, el segundo príncipe bajó de su camello e inspeccionó más de cerca la huella y afirmó que en él iba montada una mujer, al percatarse de pequeñas huellas sobre el barro en la ribera del río.

El tercer hermano, herido en su orgullo también aseguró que la mujer estaba embarazada, ya que al orinar se apoyó con las dos manos debido al peso de su cuerpo.

Los tres jóvenes prosiguieron su camino hasta la siguiente ciudad, donde se toparon con un mercader que estaba muy nervioso porque uno de sus camellos con su joven esposa había desaparecido con una carga de miel y mantequilla.

Los tres príncipes, al escucharlo, se pararon y le preguntaron:

– ¿Era tuerto tu camello del ojo derecho?– preguntó el hermano mayor.

–Sí –le contestó el mercader intrigado.

– ¿Le faltaba algún diente?– preguntó el segundo hermano.

–Seguramente, porque era viejo y se había peleado con un camello joven– respondió el mercader.

–¿Estaba cojo de la pata izquierda trasera?– espetó el tercer hermano.

–Sí ya que se había clavado la punta de una estaca. Además llevaba una carga de mantequilla y miel y una mujer muy descuidada, ¡mi esposa embarazada que se retrasaba todo el rato y yo la dejé atrás sin darme cuenta! ¿Los habéis visto?– preguntó angustiado el mercader.

Los príncipes rieron a carcajadas ante el asombro del mercader.

–No los hemos visto jamás.

En ese momento los vecinos explicaron al mercader que habían visto tres salteadores tras su camello y su mujer, así que les denunció. Habían detallado tan bien al camello que nadie les creyó cuando afirmaron no haberlo visto, así que fueron detenidos y condenados a muerte… aunque finalmente apareció la mujer del mercader y fueron liberados


Un mismo ejemplar de chimpancé del Parque de Kibale. El 98% del genoma es el mismo que el de cualquier homo sapiens, especie con pequeña variedad genética. La explicación para el “salto” desde esta especie a la dotada de un cerebro más grande, como los homininos, con mayores capacidades mentales, se asienta en varios elementos: de una parte, la necesidad de poder desplazarse por territorios grandes en ambientes complejos, lo cual necesita de la creación de mapas espaciotemporales para localizar fuentes de alimento (i); de otra, el cerebro social para jugar con la tensiones y sobrecargas de la vida en grupos grandes y complejos, lo que los antropólogos llaman “inteligencia maquiavélica” (ii); y además, una historia de vida parsimoniosa, tendencialmente larga (iii)

La serendipia se asocia con el razonamiento abductivo. En la abducción, a fin de entender un fenómeno se introduce una regla que opera en forma de hipótesis para considerar dentro de tal regla al posible resultado como un caso particular. Una suerte de silogismo al revés. Si en el razonamiento lógico más usual, el deductivo, se obtiene una conclusión desde una premisa, en el abductivo se explica la conclusión mediante la que se expone, como hipótesis general, premisa adecuada.

En la realidad, nunca ha habido un resultado neto de superioridad de una especie de humano sobre otra o una cultura del homo sobre las demás (Finlayson y Carrión).

El valor de la innovación en el triunfo del homo sapiens

En lo que llegan a coincidir la genética, la arqueología y las pruebas fósiles, es que, después de una modesta incursión de ancestros al borde de la estepa de Asia Central hace 45.000 años, en un panorama de degradación climática global por enfriamiento, en un hábitat que no había sido explotado anteriormente por humanos, y confinados ya los neandertales al Sur de las penínsulas ibérica e itálica y Oriente Medio, mediante un avance gradual y heterogéneo, basado en ensayo y error, con muchos fracasos, pero con un saldo final de éxito relativo, después de 15.000 años ganaron número y se fueron expandiendo paulatinamente hacia el oeste en dirección a Europa, y hacia el este en la costa asiática del Pacífico, de donde finalmente pasaron a Norteamérica.

La diferencia cultural y tecnológica no procedió de mayor capacidad mental ni de habilidades superiores, sino de la geografía y la ecología, que por serendipia favoreció a nuestros ancestros hasta reinar en la Tierra, cuando hace 10.000 años el clima se asentó en algo similar a lo que ha sido hasta finales del siglo XIX.


El tipo de homo sapiens que suscribe, fotografiado en la misma selva de los chimpancés, se considera dominador de la naturaleza por sus méritos. La deducción sería: Regla general: “Las especies seleccionadas son las mejores”; Caso: “Nuestra especie ha sido seleccionada”; Resultado: “Nuestra especie es la mejor”. Un esquema inductivo sería: Caso: “Nuestra especie ha sido seleccionada”; Resultado: “Nuestra especie es la mejor”; Regla general: “Las especies seleccionadas son las mejores”. El pensamiento abductivo de la serendipia; Resultado: “Nuestra especie es la mejor”; Regla general: “Las especies seleccionadas son las mejores”; Caso: “Nuestra especie ha sido seleccionada”

Lo aprovechable de la serendipia del homo sapiens, a fin de que sirva de lección de cara al futuro de escasez de recursos naturales, que será desequilibrada espacial y socialmente, es que no fueron los favorecidos por la suerte de hallarse en la zona “central” del hábitat -esta que hemos visitado rápidamente- en la que el agua, los alimentos, y el refugio estaban uniformemente distribuidos, sin cambios mayores, los que consiguieron mejores capacidades mentales, comportamientos más flexibles, y la ventaja del grupo social, y desde ello sobrevivieron y se expandieron. Éstos fueron los conservadores, que se mantuvieron como cazadores-recolectores y no pudieron imponerse por número.

Los que se impusieron finalmente fueron los innovadores -por no decir, progresistas, y no alentar metáforas políticas cortas, además de que la innovación, por método de prueba y error, no es siempre progreso sino saldo neto entre fracaso y avance-. Fueron los expulsados a la “periferia” o zona de transición, y se atrevieron a colonizarla, en la que padecieron la presión de captar los recurso esquivos y efímeros, que eran más difíciles de dominar y se retraían con el empeoramiento de las condiciones climáticas (en su último momento, las sabanas de Asia Central).

Sólo los innovadores, depauperados de la especie, sometidos a la presión de dominar el medio, en que los mapas espaciotemporales de territorios vastos y en alteraciones complejas, eran necesarios en sí. Y su transmisión, y la vida en grupo les sometía a la presión de lidiar con los demás, que eran recursos (clan) o competidores o traidores amenazantes (pensamiento maquiavélico), experimentando privaciones hasta el borde de la extinción. Lograron ganar en número y escapar de la prisión del bosque tropical, de los conservadores, los supuestamente afortunados de la especie.

Todos los diseños de humano han tenido éxito de supervivencia en el presente desde la experiencia del pasado y ante la inseguridad del futuro. Y han acabado, a lo largo del tiempo suficiente, en extinción. Menos todavía el homo sapiens, de chiripa. Así la deambulación sobre los nudillos de nuestros chimpancés de Kibale, el formidable cuerpo del homo heidelbergensis, la habilidad cazadora de meganimales de la Edad del Hielo del homo neanderthalensis. ¿Ha transcurrido el tiempo suficiente, después de diez milenios, para que colapse el diseño del homo sapiens?


Desde el protoancestro de cerebro pequeño todo fue una evolución del tamaño de los hemisferios cerebrales en relación con el cerebelo, hasta alcanzar su máximo con los neandertales, y sin embargo, los ancestros del homo sapiens redujeron el tamaño de nuestro cerebro, en lo que se teoriza fue una necesidad de reordenación de sistema de gestión de datos de cerebro, precisado por la complejidad de la vida social, teniendo los neandertales, por razones climáticas del hábitat una historia de vida más rápida que la más larga de los ancestros. Y no toda la morfología cerebral procede de modificaciones genéticas, puesto que hay evidencias de volumen cerebral diferenciado por particulares exigencias de adiestramiento

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