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Edorta Etxarandio

-PUNITIVISMO Y PERCEPCIÓN SOCIAL DE LA INDEMINIDAD SEXUAL. EL CASO LOOS (I)-

UNITIVISMO-Y-PERCEPCIÓN-SOCIAL-DE-LA-INDEMINIDAD-SEXUAL.-EL-CASO-LOOS
Alfred Loos, natural de Brno, capital de Moravia, antes del resultado de la II Guerra Mundial ciudad muy germanizada, fue el arquitecto que revolucionó la arquitectura vienesa.

Preconizó la máxima aversión a la ornamentación, y la ruptura con el historicismo, siendo considerado uno de los precursores del racionalismo, en polémica con las propuestas de la Secesión de Viena (cuyo representante arquitecto más influyente fue Joseph Maria Olbricht), y en contacto con las vanguardias artísticas austriacas de la época, amigos, como Oskar Kokoschka, Peter Altenberg o Arnold Schönberg, y detractores, como Gustav Klimt o Koloman Moser.


Diseñó él mismo su tumba en 1931, conservándose los bocetos de sus estancias en diversos sanatorios para enfermedades nerviosas, y la ejecutó en 1958 su discípulo y colaborador Heinrich Kulka, siguiendo el plano original. La tumba consiste en un bloque macizo cuadrado de granito con el nombre grabado en una de las caras del cubo, representando una  deliberada y exagerada sencillez, la elementalidad de las formas, la reducción de las construcciones geométricas a la esencialidad primaria, casi ancestral, el límite del objeto monumental donde la arquitectura llega al umbral del arte, el sepulcro, señalando el punto donde tiene principio y fin la vida de las formas. El símbolo de la «arquitectura mínima»

¿Una tumba de arquitectura mínima trasladada por polémica sexual?

En una charla reciente sobre la Viena de principios del siglo XX, en la parte que trataba de Alfred Loos, se decía que habían trasladado su tumba del Cementerio Central de Viena, a raíz de las revelaciones de la acerca de actos de pedofilia.

La tumba era un diseño arquitectónico original, y estaba situada en el sector 32 del Zentralfriedhof, como persona ilustre. Me extrañó sobremanera, puesto que estaba convencido de que la exhumación y reubicación de cadáveres de personajes históricos de relato disputado (en los que Alemania y Austria son ubérrimos), después de muchas décadas, era una exclusiva carpetovetónica: su paradigma el del cuerpo de Francisco Franco, que se trasladó por decisión del Gobierno de España, tras de polémica política, y suspensiones cautelares de los tribunales de lo contencioso-administrativo ante el recurso de los herederos, el 24 de octubre de 2019, desde el Valle de los Caídos al cementerio de Mingorrubio.

En realidad, nunca se han recolocado los restos de Alfred Loos, incidiendo en el citado experimento hispano, sino que su tumba vio modificada su condición en el Cementerio Central de la capital austriaca, sito en el barrio de Simmering. Las tumbas de honor se encuentran exclusivamente en tal cementerio, al que se trasladaron muchos restos de personas ilustres cuando las necrópolis más pequeñas del núcleo de Viena fueron tragados por el desarrollo urbano (excepción, relacionada, es la tumba de honor de Gustav Klimt, en el cementerio de Hietzing ). Se trata de una categoría de fama y respeto que tiene duración a lo largo de toda la existencia del cementerio. Aunque también, cuenta con un contenido económico, puesto que la ciudad de Viena cubre todos los costos del mantenimiento de las sepulturas de honor.

Pues bien, desde su introducción en octubre de 2012, se reserva la categoría “Sitio de entierro histórico” para aquellos túmulos de honor que pertenecen a personas controvertidas, y por lo tanto, a los que no se honra. Tal es la modificación del cenotafio de Alfred Loos, sin cambio físico, ni movimiento de cadáver.

En octubre de 2003, el Ayuntamiento de Viena decidió establecer una comisión para registrar todas las tumbas y examinar científicamente las dedicatorias de tumbas honorarias realizadas durante el gobierno nacionalsocialista en Austria entre 1938 y 1945, junto con otras, menos numerosas, en que se dudaba de lo adecuado de su dedicación honorífica, al margen del nazismo. Hubo debate interno al respecto de estos casos dudosos, ajenos a lo político, y entre ellos, el de Alfred Loos, a propósito de si la dedicación de una tumba honoraria se justifica únicamente sobre la base del rango artístico (en otros, científico, militar, etcétera), al margen de los actos de la vida particular o la personalidad del interesado. A falta de una recomendación clara, se dejó el interrogante a los mandatarios de la Corporación, quienes adoptaron la decisión.

En las fotos aparece una chimenea con espejo, orlada de motivos clasicistas, de la vivienda de Bartensteingasse, 9 de Viena, la cual remodeló un joven Alfred Loos, aplicado a decorador de interiores, así como un dibujo a lápiz de su mano, entre los papeles que se conservan allí. El caso es que este piso se puede visitar, ya que el edificio alberga la colección de música de la Biblioteca Municipal y Estatal de Viena, y se pueden ver diseños y apuntes del arquitecto.

En realidad, hubo de adaptar lo que había en el piso -historicista-, al mobiliario de la mudanza del apartamento que había decorado en 1907/1908 en Frankgasse 1, en el distrito de Alsergrund, diez años más tarde, para el matrimonio Friedrich y Charlotte Boskovits. El comedor y algunos muebles de la factura de Loss merecen acudir a este museo, muy cerca del Ayuntamiento. En las dos fotos del centro de la repisa aparece, a la izquierda, Friedrich Boskovits, que era un próspero empresario, de origen judío, procedente de la región, entonces húngara, de Timisoara, en la actual Rumanía, vistiendo la toga del Tribunal de Comercio, y a su derecha, el retrato de Alfred Loos. La historia de este patrimonio es la propia de multitud de ejemplos semejantes: Friedrich murió en 1936, y la hija menor Alice, casada con un suizo de St Gallen, Hans Otto Wessner, quienes ocupaban el piso, tuvieron la oportunidad de escapar a la Federación Helvética, con la madre viuda, siendo “vendido” el inmueble y su contenido, a instancias de las autoridades, después del Anschluss. Solo en los años ochenta ganó litigio Alice para recuperar el piso, que fue adquirido por el Municipio en 1991, y luego musealizado

Degradación post mortem del estatus de Alfred Loos

Conforme al título de esta entrada de bitácora, nos fijamos en la causa de esta degradación post mortem del estatus de Loos, que reside en los hechos que justificaron la condena de cuatro meses de privación de libertad por sentencia relativa a pederastia del Tribunal Regional de Asuntos Penales I de Viena, de 1 de diciembre de 1928, absolutoria del cargo del delito de profanación, según el § 128 StGB, así como del cargo del delito de seducción consumada para fornicación, según el § 132/III StGB, pero condenatoria por delito de tentativa de seducción a la indecencia, según § 132/III StGB. Lo probado consistía en la inducción a tres muchachas, de ocho a diez años, a cometer por sí y a tolerar de Loos actos indecentes, instándolas a asumir posiciones lascivas como modelos, y a dejarse dibujar en ellos.

Este asunto había estado olvidado hasta que en 2015 fue encontrado durante el desahucio de un apartamento, y devuelto a los Archivos Municipales y Estatales de Viena, el legajo completo del proceso penal iniciado con el número de expediente Vr 5707/28, y que permite reconstruirlo en su totalidad. Y apunta a que los jueces y la posteridad, no hicieron justicia.

Ni a la culpa de Loos, ni a la inocencia de las chicas, y lo más importante, demuestra el enorme cambio de la percepción social respecto de lo que puede significar una supuesta respetabilidad por el nivel social, las amistades poderosas, la superioridad intelectual, o el genio artístico, ante actos objetivos de pederastia, aunque sean niños pobres y brutalizados. Los amigos y discípulos de Loos determinaron la percepción del caso durante mucho tiempo, manteniendo en secreto la leve sentencia condenatoria, afirmando la pura finalidad artística de los dibujos de las chicas desnudas, así como la incomprensión de los filisteos de mentes cerradas, convirtiendo el fallo en una íntegra absolución.

Hasta que apareció el expediente penal de 373 páginas, con los dictámenes psicológicos forenses, las declaraciones del acusado, y los interrogatorios de testigos, lo que se conocía era derivado de los recortes de prensa históricos, o de las memorias escritas de Elsie Altmann-Loos, la segunda esposa del arquitecto. Publicados medio siglo después del escándalo, se sostiene que los padres de las niñas, amigos de la pareja de cuidadores de la casa de Loos, amenazaron a éste con una denuncia si no pagaba, ya que Loos hacía bañar a los niños y los dibujaba desnudos.

La presión de los medios de comunicación social y de los colectivos implicados en estos procesos penales, no es un fenómeno contemporáneo. Según demuestra el entusiasmo de los periódicos con el “caso Loos”, que provocó un acalorado debate público tanto en el campo de los pensadores progresistas modernos como en los círculos conservadores. Los diarios vieneses pujaban por exponer sus sospechas, supuestas pruebas y refutaciones de la culpabilidad o inocencia de Loos, siempre ignorantes de los concretos hechos que se juzgaban, lo que no nos sorprenderá casi un siglo más tarde. En general, un sector se decantaba por jalear la difamación del arquitecto, quien se había granjeado grandes enemigos por su crítica del urbanismo y el estilo de vida vieneses. y otro sector apostaba por absolver al artista de cualquier responsabilidad moral. El caso también tomó tintes políticos a través de una declaración de Karl Kraus, editor de Der Fackel, quien había atacado al jefe de policía de Viena, Johann Schober, en relación con la revuelta de julio y el incendio del Palacio de Justicia en 1927, e interpretó la persecución policial de Loos por presunto delito sexual como un acto de venganza

El juicio mediático de Loos en la prensa Austriaca del los años 20

A finales de agosto de 1928, presentó la denuncia una mujer que quería mantener en secreto su identidad, en una comisaría de Währing, refiriéndose a una niña de 9 años, y luego se añadieron testimonios respecto de otras dos, de 8 y 10 años, remitidas por el padre de la primera, un modelo profesional prejubilado, al domicilio de Loos, a fin de ser dibujadas.

Cuando las niñas declararon durante el interrogatorio policial que Adolf Loos había cometido actos sexuales mientras las dibujaba desnudos, se emitió una orden de arresto y el acusado fue puesto bajo custodia el 4 de septiembre. Se llevó a cabo un registro en su apartamento, que condujo a la confiscación de 272 fotos de desnudos y un cuaderno de bocetos. Las fotos mostraban casi exclusivamente desnudos en edad infantil, mientras que el cuaderno de bocetos contenía dibujos en los que Loos había capturado a niñas en poses pornográficas y mostraba sus genitales. En el interrogatorio previo de Loos, éste admitió que estuvo a solas con las niñas desnudas y las dibujó en poses que, entonces y ahora, se considerarían obscenas. Incluso declaró, que enseñó un paso de baile “agarrado” a una de ellas. El asunto era, pues, el impulso en el fuero interno, de satisfacción sexual o meramente artístico, y hasta dónde había llegado el abuso infantil. Sin embargo, Loos fue liberado unos días después de que personas de su círculo de amigos pagaran una fianza de 20.000 chelines (cuatro empresarios constructores, que depositaron cada uno 5.000 chelines).

Con una envidiable celeridad para nuestros tiempos y procesos penales, después de interrogatorios judiciales preliminares, la audiencia principal se celebró los días 30 de noviembre y el 1 de diciembre de 1928 en el Tribunal Regional de Asuntos Penales I de Viena, que dictó la sentencia al terminar, celebrándose a puerta cerrada por petición de la oficina del fiscal. Por razones de salud -pérdida de audición y mal estado nervioso- a Adolf Loos le resultó muy difícil seguir el curso del juicio y poder hablar con frases coherentes. Pero la defensa no solicitó ninguna decisión sobre inimputabilidad y ni siquiera sobre la inhabilidad para declarar del mismo.

Loos estuvo representado por tres abogados, amigos y antiguos clientes de arquitecto, uno de ellos, Valentin Rosenfeld, con estrechos vínculos con Anna Freud y el psicoanálisis, por lo que tuvo un papel relevante para la interpretación de los peritajes pediátricos presentados. Numerosas personas destacadas del medio literario asistieron al juicio, e incluso el segundo día del juicio se permitió la asistencia del atrabiliario Karl Kraus, que había sido rechazado por el tribunal como testigo de la defensa.

Sexo, mentiras y fotos pornográficas

Los informes del Tribunal de Menores de Viena describen el entorno familiar de las niñas claramente disfuncional. Dada la precariedad económica, sus progenitores las animaban a ganar dinero a cambio de cualquier cosa, incluso contactos sexuales, sin estar supervisados ​​en la calle o en los parques fuera del horario escolar o después de la escuela.

La defensa de Loos incluyó los informes de expertos sobre las condiciones sociales catastróficas de las niñas, así como la tendencia de una a mentir constantemente. Sostuvo que los niños habrían encontrado las fotos pornográficas en el apartamento por causas ajenas a Loos. Igualmente incidió en manifestaciones personales del arquitecto, quien dijo que estaba buscando niños “adecuados” para una campaña navideña que estaba planeando.

Esta campaña consistía en llevar niños vieneses a Francia para enseñarles el idioma y la cultura francesa con familias anfitrionas, y se enmarcaba en un programa especial de la reformadora Eugenie Schwarzwald, con quien integraba el elenco de fundadores de la fundación “House in the Sun”, la cual que también estaba destinada a organizar estancias en Francia, entre otros cosas.

Si dibujó a las niñas desnudas, argumentaba, fue para comprobar tanto su salud como su estado moral, ya que solo quería llevar niños sanos e “intactos” a Francia. La defensa también hizo que el Dr. Erwin Spiegl amigo de Loos, realizara exámenes médicos de los implicados, e inspeccionara la vivienda de Loos, antes del juicio, por sugerir que la niña de 9 años padecía una enfermedad venérea. Nada de estas resistencias se llegó a acreditar mínimamente.

Adolf Loos aceptó el veredicto y decidió no apelar la sentencia de arresto de cuatro meses, la cual fue suspendida por tres años. Esta sentencia condicional se combinó con una supervisión protectora por parte de las autoridades de seguridad, y se tuvo por cumplida el 4 de diciembre de 1932, ya que el arquitecto no había cometido ninguna acción que violara las condiciones de la libertad condicional.

Adolf Loos murió meses más tarde, en agosto de 1933, a la edad de 62 años, arruinado. Inmediatamente después de la audiencia judicial las tres niñas de las que Loos había intentado abusar fueron puestas “bajo la atenta supervisión del Tribunal de Menores”. En el caso de la niña de 9 años, incluso se hizo una solicitud de ingreso a una institución educativa cerrada, mientras que los de 8 y 10 años solo recibieron la amonestación de que podrían esperar ser internados en tal institución, si “se debe volver a entablar una demanda contra ellos”

El juicio de Loos desde una perspectiva jurídica actual

El contenido sexual explícito de los cargos contra Loos, según las manifestaciones de las niñas, y de los testimonios de referencia de los adultos que las guardaban, fue censurado a los medios ad usum delphini, lo que replicaré aquí, aunque con diferente fin, dado que no es lo interesante, y reproduce la polémica entre lo que son agresiones, o bien, abusos. Lo interesante es advertir aspectos que están desterrados actualmente, tanto en la técnica del enjuiciamiento penal como en la percepción social:

1º) Se asignó una fiabilidad superior a la versión de Adolf Loos, famoso arquitecto de la clase media-alta, supuesto sujeto activo, en relación con unas niñas desatendidas, de clase inferior, a las que se calificó de mentirosas y depravadas, cuya falsedad no admitían únicamente porque habían sido intimidados y golpeados por sus ascendientes, a fin de incriminar al famoso arquitecto, las supuestas agraviadas, en búsqueda de una indemnización.

En cambio, no se atendió a que los mayores de cada una de las niñas habían denunciado independientemente unos de otros, y la niña de 10 años ya denunció al día siguiente de la denuncia anónima, siendo las afirmaciones con detalles consistentes, sin ser idénticas, pero esencialmente las mismas que padres y abuela declararon que les habían contado.

2º) El interrogatorio de las niñas generó en las mismas miedo y vergüenza. Por un lado, tenían miedo de admitir lo que estaba prohibido frente a sus ascendientes (padres, madres, y una abuela), la policía y los jueces, y por otro lado, se engendró en ellas una conciencia, a pesar de la edad, de haber violado ciertas normas morales, cuestionándose su reputación ante el público.

Esto explica por qué las niñas presentaran las descripciones más serias solo en el segundo y tercer interrogatorio. Aunque la niña de 10 años, como la mayor, relató lo que había vivido de manera objetiva y creíble, y a diferencia de sus amigas más jóvenes, también admitió conocer términos sexuales. El padre de la niña de 9 años, quien había llevado a las niñas de 8 y 10 años a Loos para posar desnudas, sin el conocimiento de sus progenitores, hubiera sido considerado cómplice y probablemente acusado, si Loos hubiera sido condenado como autor de agresión sexual consumada (además, de las investigaciones del caso, apareció un aborto informado anónimamente de una hija más mayor, buena razón para retirarse discretamente del campo de visión de las autoridades).

3º) El informe pericial sobre cuáles eran las declaraciones más plausibles y creíbles, fue emitido por dos expertos psiquiatras, que estaban personalmente sesgados por sus conexiones privadas y profesionales con el círculo más cercano de amigos y conocidos de Loos, a través de Arnold Schönberg y Karl Kraus, bien explicado por el abogado Rosenfeld, de la escuela freudiana. Describieron los testimonios de los niños, de manera prejuiciosa, como generalmente poco fiables, que no permitían ningún juicio sólido, por gustar a los menores exagerar en broma.

Una credibilidad de las niñas que, desde la perspectiva actual suenan coherentes, hizo que el tribunal excluyera un error de juicio y absolviera a Loos de los cargos similares a la violación. Solo se atrevió a tener por no dudoso que las niñas asumieron posiciones lascivas como modelos por excitación sexual.

4º) Las acusaciones fueron tergiversadas y privadas de importancia por los abogados de Loos ante el público, cuando se habían inmiscuido impunemente en la intimidad de las niñas, sin consentimiento de sus guardadores en potestad, antes de la audiencia judicial.

En la comunicación con los medios, que encabezó uno de aquéllos, Gustav Schau, que había sido ex concejal de la ciudad de Viena, se dirigió significativamente a los reporteros, en el sentido de trivializar las acusaciones, y cuestionar la credibilidad de las declaraciones de los niños, de imaginación encendida por una «situación autoerótica».

Como campaña de imagen, se aseguró que Loos llevaba a cabo sus negocios como de costumbre, en el período de libertad provisional, gestionándose permisos para viajar, con o sin objetivo real, a Pilsen (Bohemia, le fue concedida la nacionalidad checa por el primer presidente de Checoslovaquia, Tomás Masaryk), Budapest y París, recabando documentos que reclamaban la importancia como arquitecto con nombramientos y obligaciones internacionales. Un clima de prejuicios contaminantes de la opinión pública, en el mejor estilo de los tiempos actuales. 

En realidad, lo llamativo es que no se dirigiera la atención, como en una investigación penal moderna acontecería, hacia si Alfred Loos era realmente responsable de sus actos, por la enfermedad nerviosa del arquitecto (para cumplir 58 años, que padecía sífilis), y que apuntaba una incipiente demencia.

El demoníaco Dr. Schön en la ópera Lulu de Alban Berg

La recepción más temprana del caso Loos se puede ver en la ópera Lulu de Alban Berg, que empezó a trabajar el año del juicio de Loos, 1928, la adaptación de las dos tragedias de Wedekind (El Espíritu de la Tierra y La Caja de Pandora), como base del libreto, secundando la técnica de la música dodecafónica, pero en 1935 el compositor moriría de una septicemia, dejando sin terminar la orquestación del tercer acto, aunque sí dejó resuelto su esquema musical.

La viuda del compositor, Helene Nahowski, le propuso a Arnold Schönberg, del círculo Selva Negra, con Adolf Loos y mentor de Berg, que concluyera el tercer acto, pero al negarse este, Helene se negó tajantemente a que en lo sucesivo Lulú fuera terminada. Hubo de esperarse hasta la muerte de Helene para que la obra se acabara musicalmente por el compositor y director Friedrich Cerha, siendo estrenada en el Teatro de la Ópera de Zurich el 2 de junio de 1937.

Alban Berg había sido amigo de Loos durante muchos años, y otorgó al demoníaco Dr. Schön, el corruptor de Lulú, las facciones del arquitecto. El nombre de Adolf Loos aparece en forma de anagrama en las notas, como aparece en la reproducción de la imagen de la partitura. En el siguiente enlace, la versión de la London Philharmonic Orchestra, dirigida por Andrew Davis, en el que el rol de Lulú se desempeña por Christine Schäfer, en mi opinión una de las mejores sopranos en el papel, y cuya edad y características, enfrente del barítono Wolfgang Schöne, que termina siendo Jack El Destripador, representan bien la idea de estos abusos, que se decían tradicionalmente de prevalimiento, si se tiene simpatía por la música que, después de un siglo, se llama contemporánea, y se contempla el video, aunque es una opera para ver y escuchar en vivo:
La crónica del estreno de Lulu, -original de Zurich,- en el Licéu de Barcelona el 1 de diciembre de 1969, por Xavier Montsalvatge, por si se quiere profundizar un poco

La continuación de este post lo puedes disfrutar aquí:

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