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Edorta Etxarandio

-SANCHO EL FUERTE POR MARRUECOS, Y EL USO ALTERNATIVO DE LAS LEYENDAS-

Rey-Sancho-el-Fuerte-de-Navarra

Antiguas son las relaciones conflictivas de los reinos peninsulares y los del África más próxima, lo que designamos desde hace tiempo España y Marruecos. Desde la Reconquista, que hasta el siglo XIX no se denominó así, y que fue el logro de legitimación de los nuevos reinos cristianos, surgidos en los montes cantábricos y pirenaicos, como sucesores del reino visigodo en su territorio y población, destruyendo los estados musulmanes ibéricos, nacidos desde la invasión omeya.  Pasando por el episodio colonial, que arranca de manera remota de la victoria de Uad-Ras sobre el ejército del Sultán de Marruecos (diversos tratados con Portugal hasta Tordesillas en 1494 y la capitulación de Cintra de 18 de septiembre de 1509 redujeron durante 350 años la esfera de acción española en África a los derechos de Castilla en la Berbería mediterránea, Canarias y la mítica Santa Cruz de Mar Pequeña), y culmina el Tratado de Paris con Francia en 1900, corregido (reducido el derecho español) en 1904 y 1912, con el Protectorado Español. Y ya terminando, con la retrocesión de 1956 (incluyendo Tarfaya o Cabo Juby), con la entrega de lo que se conservaba de Ifni en 1969, y finalmente el vergonzante abandono del Sáhara Occidental en 1975.


En primavera de 2021, ligado al conflicto del Sáhara Occidental, por una atención médica, fundada en motivos humanitarios, del líder del Frente Polisario y Presidente de la República Árabe Saharaui, Brahim Gali, se asoció un incidente migratorio causado por el cruce masivo de personas por las playas de la frontera entre los reinos de Marruecos y España en dirección a Ceuta y Melilla.

Iniciado el lunes 17 de mayo de 2021, se ha vuelto a demostrar que, desde el gobierno de O´Donnell, cuando firmó el Tratado de Paz y Amistad entre España y Marruecos en Tetuán el 26 de abril de 1860, la diplomacia española no saca partido ni de la victoria en las armas ni de la verdad histórica documentada. No sabe negociar con Marruecos, y la diplomacia del Sultán sigue siendo experta en dilatar decisiones y en utilizar a la capa desfavorecida de su pueblo -inmensa- como instrumento de presión frente a España.

Las negociaciones entre moros y cristianos a la antigua

Mucho más conveniente para los antecesores del reino de España fue el manejo de la diplomacia con los moros en la Edad Media, cuando tras el derrumbe del Califato a comienzos del siglo XI, los reinos cristianos optaron por una política de dominio tributario –parias- sobre las taifas.  En lugar de una clara expansión bélica hacia el sur, y en las pugnas entre las diferentes coronas -parientes, con sus luchas dinásticas–, sólo alcanzaban acuerdos de colaboración estratégicos contra los musulmanes en momentos puntuales, manteniendo relaciones provechosas como vehículo financiero normalizado.

Menos divulgada que otras leyendas, y motivo de estas líneas, es la medieval propincuidad por los moros de uno de los reyes más emblemáticos de Navarra, y por lo tanto del estado soberano que más abarcó Vasconia o Euskal Herria (en su concepción cultural de siempre, fuera del irredentismo mitológico).  Aunque paradójicamente, gobernó el periodo de la pérdida definitiva de la unidad administrativa, en favor de Castilla, de Gipuzkoa, el Duranguesado y Álava.

Tal fue Sancho VII el Fuerte, que se nombra en euskera Antso VII.a Azkarra, variante de Santxo, procedente del latín Sanctius, consagrado por Euskaltzaindia para los reyes navarros, y el adjetivo nominalizado azkar, muy empleado en la zona vascófona con este sentido, primando otro en los demás dialectos. Propincuidad de la alianza con autoridades musulmanas de las cristianas, para nada extraordinaria en la Reconquista, según se ha indicado, pero que en este rey navarro, por un increíble periplo africano, se confirma precursora de la “españolidad”, en cuanto a la impostura y ausencia de beneficio propio, que caracterizará el futuro de las relaciones con el Sultanato de Marruecos hasta nuestros días.

Sancho el Fuerte desde la perspectiva vasca

Se halla bastante difundido que si Vasconia o Euskal Herria son designaciones históricas de una comunidad cultural, fundamentalmente lingüística y de costumbres, que en la práctica nunca ha tenido una estructura de gobierno abarcadora de manera simultánea en su dimensión.

Las corrientes políticas posteriores a las creaciones como naciones-estado de Francia y España, mantienen diatriba acerca de su carácter como comunidad étnica, base de una nación, desde planteamientos exagerados en modo simétrico, entre la fantasía o invento de que habla el más castizo nacionalismo español. Y la reivindicación del estado vasco esencialista, nunca sometido por godos ni por moros hasta ser violentado por la ocupación castellano-beaumontesa en 1512, violencia consumada con la abolición foral desde 1839.

El mapa de la imagen se publicó en primera edición en 1852 en Madrid, por Francisco Jorge Torres Villegas, cuyo original se conserva en la Biblioteca Nacional, y su enfoque cartográfico se encuentra sesgado por la postura intelectual del autor y la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid, a la que perteneció. Desde ella se promovía la inescindibilidad de la geografía de la historia, y pretende señalar la división de marcos jurídicos y fiscales del reino isabelino, correspondiendo la España Foral a la “Euskalerria” no francesa (en realidad, estaba entonces a punto de proclamarse en II Imperio francés, pero el último rey de Navarra había sido Carlos II de Borbón, X de Francia, derrocado en 1830)

Muchos reinos y muchos Sanchos…

Sancho el Fuerte de Navarra, el VII de los Sanchos y último de la dinastía Jimena, en los reinos peninsulares de abundancia de titulares o aspirantes de dicho nombre propio.

En ocasiones, fueron coincidentes (como cuando la guerra de los tres Sanchos, del ancestro de quien escribo, Sancho Garcés IV de Navarra, Sancho Ramírez de Aragón, y Sancho II de Castilla, los tres primos, más de un siglo antes, entre 1063 y 1065), coincide en el apodo con ese otro Sancho II.  Por el testamento de su padre primer rey de Castilla, quien tuvo por capitán a Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, y fue asesinado, tras de conquistar León a su hermano, a manos del traidor del romance, Vellido Dolfos, en el cerco de Zamora.

En el caso del castellano-leonés, el apelativo parece correspondió a sus actos, por los que, además de ganar La Bureba, Montes de Oca y Pancorbo a Navarra, venció y exilió a sus hermanos reyes, apropiándose de Galicia y León, y a sus hermanas, Elvira (Toro) y Urraca (Zamora), mientras que en el caso del navarro tiene que obedecer más a la condición corporal del Sancho que vio la luz por primera vez entre 1154 y 1158, y probablemente en Tudela o proximidades.

Sepultura e Sancho el Fuerte

Sancho el Fuerte, que murió a edad provecta en su castillo tudelano, recibió sepultura en la parroquia de San Nicolás de Tudela. Aunque dos años después, sus restos fueron trasladados a la capilla de San Nicolás de la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, de la que fue uno de los fundadores. Sus restos descansan en un enorme sarcófago de piedra y efectivamente, era un gigante.

Según todas las crónicas, y la proyección anatómica desde la longitud de su fémur, conforme a datos de tal hueso de su cadáver, medido en 1622 al enterrarse la losa superior del sepulcro, en estándares médico forenses, se ha situado por Luis del Campo Jesús, su biógrafo, amén de patólogo de esa especialidad, entre 2,22 y 2,38 m de altura. El sepulcro fue remozado completamente en el octingentésimo aniversario de la batalla de Las Navas de Tolosa, conservando del original la losa con la figura yacente del cruzado regio, la cual fue retirada del suelo bastante fragmentada en 1890, siendo la cama sepulcral y la losa de cobertura objeto de restauración en 191

Los orígenes de Sancho el Fuerte

Fue hijo de Sancho VI el Sabio, quien abandonó de forma definitiva el título de rey de Pamplona por el de Navarra. Y cuya sabiduría consistió, más que nada, en no extinguirse como rey independiente (en puridad, el Papa no le reconoció más que el título de Dux Pampilonensium, por haber contrariado la coronación de su padre, García Ramírez el Restaurador, el testamento de Alfonso I el Batallador), y no quedar repartido por el expansionismo de Castilla y de Aragón, contribuyendo a ello el ofrecer vasallaje a Alfonso VII de León, el Emperador, primer Borgoña, y casarse con la hija de éste y de Berenguela de Barcelona, para no desentonar, también llamada Sancha.

Junto con el trono, el largo hijo de Sancho y Sancha heredó en 1194 la delicada posición de Navarra, ya sin frontera con el moro, destinada a ser partida conspicuamente entre Castilla y Aragón. Y no tardó Alfonso VIII de Castilla en invadir desde occidente, ocupando de Álava, Gipuzkoa y el Duranguesado (el Señorío de Bizkaia era desde un siglo antes tenía jurisdicción plena, vasalla de Castilla nuevamente la Casa de Haro). En coincidencia -práctica paralela como especie de concertación, según modernamente se conceptúa en el ámbito de defensa de la competencia- con la invasión de Pedro II de Aragón, desde oriente, que se granjeó otros castillos navarros.

Lo anterior fue después de que Al Mansur (nombre trasliterado formal: Ya´qüb ben Jüssef ben Al-Mansür), el califa almohade, que había desembarcado desde África con sus tropas mes y medio antes, derrotara a Alfonso VIII de Castilla en la formidable batalla de Alarcos el 19 de julio de 1195, sin que los reyes de León y de Navarra le alcanzaran a asistir. Entonces, suscribió Sancho el Fuerte una primera alianza con Al-Mansur, junto con el rey Alfonso IX de León, a fin de garantizar la neutralidad de estos reinos cristianos respecto a la guerra santa del Islam contra Castilla.

Tuvieron lugar las conferencias de paz celebradas por los reyes de Navarra, Aragón y Castilla el año 1196 en las mugas de los tres reinos, lugar entre Tarazona y Ágreda que luego se llamó “La mesa de los tres reyes”. Se concertaron la paz, (pacto tentativo de repetición en el continuum de las guerras vecinales/familiares), permanecieron los tres con sus pactos precedentes, y arreciaron los rumores al respecto del navarro. Al punto que Celestino III, instigado por Castilla, expidió una Bula, la tercera de una serie desde Alarcos, aunque las anteriores dirigidas a los tres reyes mencionados, y ésta tercera solo al ya reconocido Rex navarrorum por primera vez, el 20 de febrero de 1197.En esta bula se le reprendía contra las amistades contraídas con los enemigos de la Iglesia, exhortándole a que las dejase, amonestando de los deberes regios, especialmente del de luchar contra los sarracenos, lo que a su vez imponía como penitencia por sus pecados a Don Sancho.

Pues bien, cuando Alfonso VIII asedió Vitoria en 1200, Sancho el Fuerte parece que acudió a negociar con los almohades para que se decidieran a atacarla, y así, abrir un segundo frente para que levantaran el asedio. Pero no lo logró ya que los almohades tenían armisticio por cinco años desde 1197 con Alfonso VIII, que al final perduró hasta 1210. Tal es la base, unida a la interdicción papal, de la fantasía que luego cuento.

Sancho el Fuerte, un rey navarro popular entre los vasquistas

El caso es que la pérdida territorial del reino de Navarra en las behetrías vascongadas, a pesar de que después firmaría nuestro gigante con Castilla una tregua por cinco años, el 29 de octubre de 1207 en Guadalajara, en la que Navarra no reconocía la pérdida de los territorios vascos, se consolidó definitivamente en el tiempo. Aunque consiguió el vasallaje de los señores de Tartas, Ostibarre y Agramunt, agrandando la más pequeña, entonces, merindad de Ultrapuertos, y la salida al mar mediante tratado con el rey de Inglaterra y Duque de Aquitania, por la Bayona labortana. Resulta sorprendente que Antso Azkarra sea un rey navarro tan popular entre los vasquistas o abertzaleak, por demás que, aun mítico viajero, poco se le localizó más arriba de Tudela. Por ejemplo, al margen de su periplo africano, estuvo en Albarracín de joven, cuando era señorío de los Azagra, que luego se independizaron con obispado propio.

Los territorios navarros en tiempos de Sancho el Fuerte
Sancho el Fuerte como referencia del imaginario nacionalista vasco

La Vasconia independiente, del imaginario nacionalista vasco, se fracturó hasta ahora con Sancho el Fuerte, aunque por las fronteras ajenas a Castilla instauró las relaciones con los territorios que harían aumentar un tanto la Baja Navarra, e incluso firmó un tratado en favor de Juan Sin Tierra (1202), y con los reyes aragoneses Pedro II y Jaime I.

La moderna historiografía nacionalista vasca tomó el águila real del sello de Don Sancho (si fuera heráldica, de sable, viendo a diestra, con las alas no exployadas sino plegadas, como el Águila de Saladino pero separadas, y garras abiertas), que se traduce Arrano Beltza, se sumó al Zazpiak Bat, junto con el Lauburu. Y el “abertzalismo” lo tiene, añadiendo un campo de oro -en disputa con el de gules tradicional- como representación de Nafarroa, en tanto que emblema de la dinastía navarra genuinamente vascona, de los que moderna y eusquéricamente se denominan Semeno (Jimeno). Lo cierto es que el símbolo se aceptó por los “navarristas” desde finales de siglo XIX, y fue el sello del último rey jimeno, probablemente enmarcado en referencia de antepasados de la nobleza normanda de la abuela de Sancho VII, Marguerite de L´Aigle, que tenían un emblema parlante con el Águila

Sancho el Fuerte y las cadenas del escudo

La fama de Sancho el Fuerte procede de haber dado origen a las cadenas del escudo de Navarra, como se ha contado tradicionalmente, en la ocasión de haber prestado, a pesar de sus relaciones tensas con Alfonso VIII, su contribución a la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), en las mesnadas cristianas lideradas por aquél, proclamada la cruzada por Inocencio III, con enorme campaña de marketing del Rodrigo Ximénez de Rada, Arzobispo de Toledo y Primado de España, navarro nacido en Puente la Reina, el cual había sido, de joven, privado de Sancho VI.

En esa jornada, tenida por el principio del fin del dominio musulmán en la península, obtuvo nuestro enorme monarca gran prestigio, por haber llegado hasta el palenque fortificado real de Muhammad Al-Nasir (Abü Abd´allah Muhammad Al-Nasir), conocido por el sobrenombre de Miramamolín, por el título que empleaba como califa, “príncipe de los creyentes” (Amir al-Mu’minin), hijo sucesor del vencedor de Alarcos. Sancho saltó a caballo por encima de los guardias defensores almohades y cortó las cadenas que tales cargaban, en seguridad de que mantuvieran la posición, y que protegían dicho real fortificado. Miramamolín apenas pudo huir, dado que se mantuvo sentado en la entrada de su palenque, según escribieron los cronistas árabes, incrédulo ante el triunfo de Satán, hasta el último momento. Y las cadenas de oro con la esmeralda del turbante del emir almohade, serían aquellas que el rey Sancho rompió y la piedra preciosa que tomó, en recuerdo de esta gesta, y pasaron al escudo de Navarra.

Por supuesto, es un relato totalmente legendario, de propagandística finalidad justificadora de determinados símbolos. La intervención del monarca navarro y sus no más de 200 hombres -como un 5 % del ejército cristiano, aun después del abandono de los cruzados ultrapirenaicos- nunca pudo ser realmente decisiva. No fueron los navarros los primeros en llegar hasta el palenque donde se encontraba el califa obligándolo a huir, sino que consta que lo hicieron los caballeros castellanos por un flanco y los aragoneses por el otro. Y resulta inverosímil que hubiera unas cadenas que amarraran unas tropas de élite alrededor de la jaima fuerte de Miramamolín, o que un personaje de la corpulencia de Don Sancho, encontrara un caballo que, con su armadura, pudiera elevarle por encima de un barrera de combatientes. Más aún y para acabar este relato de leyenda, que dejara el emir su supuesto turbante enjoyado en la huida. El actual escudo de Navarra, donde aparecen las cadenas de oro en campo de gules y la piedra de sinople, parece que es una evolución de la figura heráldica conocida como carbúnculo (ocho bastoncillos desde la bloca, dispuestos de forma radial), y se impuso precisamente después de Sancho el Fuerte, con la nueva dinastía de los “Teobaldos”.

El papa Inocencio III promotor de la cruzada

El papa Inocencio III

Sancho el Fuerte en el contexto de las taifas musulmanas y reinos cristianos

Hisham III fue el último califa de Córdoba de la dinastía Omeya, con un mínimo componente genético árabe (todos los soberanos eran sucedidos por vástagos concebidos con las concubinas favoritas, de los reinos cristianos). En 1031 se finaliza el califato, si bien tiempo antes era una estructura teórica (en realidad, desde la guerra civil iniciada en 1009). Cuando Alfonso VI de León y Castilla conquistó Toledo en 1085, se hizo evidente que las taifas musulmanas en que se había dividido en califato podían sucumbir rápidamente a los embates cristianos. Es por ello que el rey de Sevilla, en coordinación con los emires de Badajoz y Granada, pidieron ayuda al sultán almorávide del norte de África, Yusuf ibn Tasufin.

Los magrebíes invadieron la península, derrotando al rey de León y conquistando todas las taifas. Y si hasta entonces estuvieron los africanos en posición de inferioridad frente a los andalusíes, pasaron a dominar, merced a su capacidad de formar un Estado centralizado que podía resistir los embates de los estados del norte peninsular.​ Es el siglo y medio de unión del islam ibérico y magrebí, legendario para el nacionalismo marroquí moderno (que en el sentido contrario nunca se consiguió reproducir en el siglo XIX por el nacionalismo español, con un reino de España sometiendo al Sultanato de Marruecos).

Imperio almorávide para el cuál prestó sus servicios Sancho el Fuerte

Imperio almorávide en su máxima expansión. Yusuf ibn Tasufin conoció insólita prolongación su guerrera vida, de 1009 a 1106, y fue quien pasó el estrecho de Gibraltar, estableciéndose en Algeciras, y no sólo derrotó al rey leonés en la batalla de Sagrajas (1086), sino que conquistó progresivamente todas las taifas, deteniendo el avance de los reinos cristianos, y comenzando un largo periodo de la historia andalusí caracterizado por la intervención de tres dinastías magrebíes (almorávides, almohades y benimerines), entre cuyas hegemonías sucesivas hubo periodos de reacción peninsular de los reinos de taifas

Menos popularizado que las otras leyendas sobre Sancho el Fuerte es la fábula, de que el padre de Miramamolín, el Al-Mansur vencedor en Alarcos, quien levantó la gran aljama de Sevilla y la Giralda, mandara una embajada a dicho Don Sancho, con misiva continente de la oferta de la mano de su hija que, enamorada del rey navarro, pensaba hacerse cristiana, y el padre la entregaba a ese feliz matrimonio para toda la España sarracena.

El viaje de Don Sancho el Fuerte hasta la capital africana del imperio almohade para desposar a la hija del califa, procede de Roger de Hoveden, en sus Chronica. se supone que la fuente próxima fue Doña Berenguela, hermana del rey navarro, casada por entonces con Ricardo Corazón de León (Rogerio Hoveden acompañó a éste en la III Cruzada en 1190), quien escribió sobre la boda pactada con la hija de quien designa Boyak (Abu Jacob) Miramamolín. Aunque, por lo negativo en los parámetros de su tiempo del invento, más parece instilado por enemigos del rey navarro, del lado castellano, que entonces se aproximaba a Juan Sin Tierra, recuperada la frontera con Gascuña (Rodrigo Ximénez de Rada es el sospechoso, por ciencia y aptitudes).

El apólogo inglés puede parecer inverosímil, aunque esencialmente no lo sea para la época. Sencillamente no es verídico el asunto del amorío entre la hija de Al-Mansur y Sancho VII Sánchez, y sus fantásticas consecuencias. Resultada versionado en la “Crónica de los Reyes de Navarra” del Príncipe de Viana, y posteriormente, por algunos historiadores pre-científicos, como Yanguas y Miranda, o Morayta, y se recoge por el Padre Moret en sus “Anales del Reino de Navarra”, aunque impugnando la idea de ese enlace entre la princesa magrebí y el coloso navarro. A la postre, inspira la novela juvenil, de Toti Martínez de Lezea, “El mensajero del rey” (2003).

Como puntos de referencia temporal históricos, nos consta la muerte de Al-Mansur en su alcazaba de Marraquech el 21 de enero de 1199. También se halla documentada la presencia de Don Sancho en Tudela para una donación en favor de Santa María de Rocamador escriturada en marzo 1201. Lo que la historia puede admitir, no poco, es que el rey navarro estuvo ausente entre ciertas fechas de 1199 y 1201, mucho menos de dos años siempre, teniendo en cuenta los largos viajes de ida y vuelta implicados de Tudela a Marraquech.

Como dejó indicado el Ximénez de Rada (el Primado de España califica a Sancho de obcecado, que dejó su reino al azar, y apoya lógicamente a Alfonso VIII de Castilla, cuando redacta su Historia, en tiempos del nieto de éste, Fernando III el Santo), pasó a Marruecos ante la incapacidad de resistir el ataque castellano a Álava y lograr una ayuda para retener los territorios vascos que ocupaba Castilla. Ese socorro no lo podía conseguir en los reinos cristianos (su único aliado fiel, Ricardo Corazón de León, que se hallaba en lucha con feudatarios de su imperio angevino afectos a Felipe II de Francia, murió en abril del mismo 1199). No consiguió más que algunos presentes de Miramamolín, y alcanzando a Don Sancho en tierras agarenas el obispo García de Pamplona, consintió a éste que rindiera Vitoria, largo tiempo sitiada.

Todo esto en el marco de un pacto entre el reino cristiano y el islámico, a la hora de la verdad, de pura no agresión, que no desapareció hasta 1211, antes del episodio cruzado que se consumó en Las Navas. No obstante, los historiadores apologistas de Castilla, como el obispo Juan de Osma, en su Chronica latina Regnum Castillae, insiste en que las ocupaciones castellanas son reacción ante las alianzas de Sancho el Fuerte con Al-Mansur después de Alarcos, con cuyos recursos había hostigado Logroño. Y obviamente, la contribución de Sancho VII de Navarra a la empresa de Las Navas de Tolosa, y más la ponderación exagerada de la misma, estuvo al servicio de que no se ejecutara el entredicho que en su día había lanzado a Navarra Celestino III.

Cuadro de las Navas de Tolosa del autor Francisco de Paula Van Halen

Tan legendario como las cadenas de Las Navas de Tolosa (el cuadro de Francisco de Paula Van Halen, del Museo del Prado, en depósito en el Senado desde 1864, exhibido en el despacho de su presidente) es el compromiso de Sancho el Fuerte con la heredera almohade, cuyo nombre no se apunta, y resumiendo, sin prosopopeya heroica del medievo, la historia de Rogerio de Hoveden:

Tras largo tiempo esperando que su hija entrara en razón sin conseguirlo, el padre consintió en la boda, dándole como dote su reino en España y la cantidad de dinero que don Sancho fijara a voluntad. Para firmar los contratos llegaron a Navarra embajadores moros magníficamente vestidos, con gran pompa y magnificencia. Don Sancho emprendió viaje a África para arreglar las condiciones y recibir a la novia, pero el desembarcar encontró que el califa había muerto, dejando un heredero de pocos años, Mohammed, inhábil para el gobierno, que lo tomó como regente su tío y tutor, a quien se llama Brahem Enacer (El Nasser ben Yacub al-Mansur), quien anuló el matrimonio. Fue entonces y bajo amenaza de prisión, se le forzó al coloso navarro a encabezar las tropas para domeñar la rebelión surgida. Cuenta Hoveden que durante tres años corrió Don Sancho África, defendiendo la autoridad menospreciada del monarca titular, ejecutó hazañas dignas de su fama hasta someter a los levantiscos, y permitirle regresar a Navarra. En este último punto, se agregaba que, en la ausencia africana, los reyes de Castilla y Aragón habían desmembrado con alevosía el solar navarro

El reinado de Sancho el Fuerte entre la realidad y la leyenda

Del suceso de Las Navas no obtuvo Sancho el Fuerte significativas ganancias territoriales ni el botín compartido con Castilla y Aragón fue de nivel parejo. En realidad, al reinado del último Jimeno se le atribuye una reconstrucción económica de Navarra -en el sentido patrimonial regio de la época-, a la que contribuyeron sus tratos con los almohades, que le negaron apoyo militar a cambio de oro.

Aunque también la sustitución del citado botín en especie de 1212 por dinero, y los préstamos a la monarcas o nobles territoriales más  necesitados (está documentado que en el prohijamiento de 1231, Jaime I, el joven rey de Aragón, de 23 años, obtuvo un préstamo de 100.000 sueldos, dando en caución cinco fortalezas aragonesas comprometiéndose a aportar 2.000 hombres a caballo para luchar contra Castilla, aliados a los navarros. La lucha no se dio finalmente, pero sí hubo devolución del principal y pago por el rescate de la caución). Todo esto en un entorno con la ausencia de desgaste en luchas que no podía ganar frente a Castilla.

En el uso alternativo de la leyenda, no ha sido este valor, poco glorioso, el que ha transcendido sino el de las fantásticas cadenas quebrantadas a Miramamolín. La leyenda fascinante, de largos meses en Marruecos, entregado a obtener recursos humanos de Miramamolín como califa del imperio almohade, con regusto de envés de la Cruzada, no convenía a los intereses del navarrismo esencialista, pero se recupera, como se utiliza Arrano Beltza, por el ciclo vasquista, aunque haya sido este rey navarro quien perdiera la cornisa cantábrica.

Sancho el Fuerte vivió muchos años, en comparación con los demás reyes medievales, puesto que cuando firmó en Tudela en 1231 con Jaime I el Conquistador, el ya citado tratado de prohijamiento (que no llegó a cumplirse, y que más fue de términos económicos y no personales hereditarios) en 1231, dijo tener 77 años, muriendo el 7 de abril de 1234 en su castillo de dicha ciudad. Padeció una dolencia incurable que supuestamente acabaría con su vida, una úlcera varicosa de la pierna A causa de esta larga y dolorosa enfermedad estuvo recluido en su castillo de Tudela sus veinte últimos años, y por ello el otro sobrenombre de Sancho el Encerrado. La hermana del monarca, que le representaba oficialmente llevando una cierta regencia de facto, favoreció la llamada a su sobrino Teobaldo de Champaña, titular de la dignidad condal champañesa, para heredarle y mantener el poder real en la familia. De este modo, Teobaldo I subió al trono en Tudela, dando comienzo en Navarra a la dinastía de Champaña, finalizando en consecuencia la dinastía Jimena.

Como la política exterior y la conservación territorial del reino, otro aspecto de flaqueza de la fuerza de Sancho VII fue el amoroso, precisamente el que emplea la leyenda de la princesa almohade. En el año 1195 contrajo matrimonio con Constanza, hija de Raimundo VI, conde de Toulouse (Aquitania), y ese mismo año su hermana Blanca se casó con el conde de Champaña Teobaldo V. Se menciona un segundo matrimonio, del que no hay confirmación. En estos temas de propensión identitaria siempre es curioso comprobar los pequeños disensos entre la versión en español y en vascuence de Wikipedia.

La entrada de Antso VII.a Azkarra, el capítulo de “Matrimonios” (Ezkontza), introduce una glosa del siguiente tenor: Egungo historialari batzuek lehenengo ezkontza erregearen homosexualitateagatik porrot egin zuela diote, que significa “Algunos historiadores actuales dicen que el primer matrimonio fracasó por la homosexualidad del rey”, lo que no está en la versión romance, ni cabe leer en ningún otro texto, ni se menciona quiénes son tales historiadores. Tal vez sea reflejo de similar tesis, esta sí afirmada con bastantes más datos, para su cuñado Ricardo Corazón de León, cuya envergadura y hazañas, se quieran evocar paralelas.

Si quienes rescatan amoríos moriscos legendarios también invierten la presunción de orientación por género en base al éxito matrimonial, no sufrirán por los indicios probatorios de lo contrario, constituidos por los hijos ilegítimos que, al igual que su referente normado (Ricardo I de Inglaterra reconoció a Felipe de Coñac), se consignan varios en las fuentes de Sancho VII el Fuerte. El identificado como Ferrant Calabaza por García de Eugui, obispo de Bayona, murió en un accidente de caza, al caer del caballo, el mismo al que se debió referir la Crónica del Príncipe de Viana, quien relata murió a los 15 años, consecuencia de una caída de caballo, no dando ocasión a que fuera reconocido.

Sería armónico que este otro “pretendiente vascón” hubiera vivido lo suficiente para forjar una leyenda, mucho más atractiva para los tiempos modernos, que la unión frustrada de Sancho VII de Navarra en tierras magrebís.

Click de Playmobil en que se representa a Sancho el Fuerte de Navarra,

Click de Playmobil (fundación geobra Brandstätter, con sede central en Zirndorf, al lado de Nuremberg en Baviera), en que se representa a Sancho el Fuerte de Navarra, con cadenas al cuello y el águila real en cota y escudo, armado de mazas. Los hay a caballo, y a pie, con espada. En abril de 2021 el Centro Cívico Lestonnac de Tudela, patrocinado por la Concejalía de Cultura, y montado por Aesclick (Asociación Española de Coleccionistas de Playmobil), acogió un diorama con 4.000 figuras sobre la batalla de Las Navas de Tolosa

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