Saltar al contenido
Edorta Etxarandio

– EL «CISNE NEGRO» COVID-19 Y LA RESILIENCIA (I) –

Vaca asiática en relación a la fábula del TAO

En el capítulo 12 de la segunda temporada de Merlí Sapere Aude, serie catalana muy recomedable, el profesor de filosofía cuenta a los alumnos el “Cuento de la vaquita”. Este relato enlaza en la posterior explicación a la clase del taoísmo, en línea de la no resistencia al Tao o Camino como el acto de libertad consistente en aceptar una apuesta vital que pone en riesgo la zona de confort de cada caminante. Y como banda musical, el sonido inequívoco de la flauta de bambú.

Viene muy al caso ese referente chino del ser ribonucleico (SARS-CoV-2) que obtiene su energía y se reproduce en animales, el cual me lleva a poner esto por escrito. Animal como esta vaca supuestamente china, que por ser de ficción no puede alojar ningún virus. Al hacer una descubierta -en lengua castellana- por la Red para intentar localizar el origen del cuento o fábula, he comprobado una gran cantidad de versiones en lugares que pertenecen a artículos o libros de autoayuda americanos, y especialmente argentinos*, sin conseguir una autoría y ni siquiera un territorio al que se le conceda la tradición.

 

*Siempre que aparece unida la vaca a lo argentino, no puedo evitar recordar la preciosa expresión popular de la “vaca atada”, que no evoca la pampa y el asado en una gran estancia, sino a algo más de economía. Economía que no es ajena al objetivo final del presente escrito.

Los hacendados argentinos del principio del siglo XX, solían viajar con toda su familia a Europa, en la famosa inclinación de la oligarquía de nietos de “gallegos” por el viejo continente. Principalmente Inglaterra y Francia, que consideraban sedes de civilización y modernidad.

Y una forma de demostrar su poder y riqueza, era embarcar con la familia no solo el personal de servicio sino también una vaca de raza provista de su suministro de forraje, con el fin de poder darles la leche fresca diariamente a los hijos. El tenerla atada alude a la evidente precisión de atarla en la bodega del barco para cada día ordeñarla. Así, la locución “tener la vaca atada” fue la preciosa analogía de quienes tenían mucho dinero asegurado y se podían dar todos los gustos. La locución popular platense suele aludir, cuando se dice que alguien tiene la vaca atada, a que vive de las rentas de su familia, o se casa con quien tiene empresas, propiedades y dinero).


El cuento de la vaquita:

Cuando llegó al lugar, lo vio todo muy cambiado.
Aquella casa ya no era una cabaña miserable sino una preciosa casa de ladrillos, precedida por un precioso jardín lleno de árboles frondosos, plantas y flores.
Además todos llevaban bonitas ropas de alta calidad.
El alumno sorprendido le preguntó al padre de familia:
–¿Qué ha pasado aquí?
Y este le contó:
–Nosotros teníamos una vaca y un día, misteriosamente, sin saber ni cómo ni porqué, se cayó por el precipicio.
Como vivíamos solamente de ella, tuvimos la necesidad de hacer otras cosas.
No hubo más remedio que espabilar y poco a poco fuimos descubriendo habilidades que desconocíamos.
Gracias a ello ahora vivimos muy bien, más cómodamente y mejor que antes.”

Moraleja de la vaca en tiempos de coronavirus

La moraleja más común del cuento es que lo aparentemente malo, que sería la desaparición del único sostén claudicante de alguien, la muerte de la vaquita, como por ejemplo sería la pérdida de un trabajo-basura, no es el final, sino la oportunidad de encontrar un sostén nuevo y mejor, el inicio de algo bueno, y superador. Salir del estado de aparente confort y comodidad que nos ata a una vida detenida, y arriesgar, cambiando, aprendiendo para vivir de forma satisfactoria.

Por ejemplo, el mercado de trabajo mata vacas a gran velocidad, y lanza a los individuos a senderos desconocidos, que no se escogen, pero por los que se les invita a desarrollar y descubrir habilidades que no sabe que tiene cada cual, y así, aprenden y crecen.

Resulta una reflexión optimista y consoladora para los que se ven transformados por la pérdida de su forma de vivir. En un primer momento, hay tristeza por lo perdido, miedo al futuro, rabia por haber sido arrancado de la confortabilidad, soledad por la distancia que separa de todos los que siguen en ese confort. Pero luego está la decisión correcta, que es, ante la inviabilidad de revertir la situación, el intento de cambiar uno mismo, de adaptarse a la nueva situación, de flexibilizarse con sabiduría.

El cisne negro

En el final de este invierno de 2020 la pandemia del Covid-19, sin duda, va a liquidar muchas vaquitas de nuestras sociedades, y se identifica como escenario de un gran “cisne negro”, ante el que tenemos que ser resilientes, resignados con las pérdidas que resultan inevitables, tolerantes con las restricciones comunes que se nos imponen, y persuadidos de que se concede una oportunidad de demostrar nuestra capacidad de superación.

El cisne negro, en la elaboración de Nassim Taleb, se califica por:

  1. Un suceso atípico y sorpresivo (para el observador).
  2. El impacto extremo del mismo.
  3. La racionalización en retrospectiva del suceso, a pesar de su rareza, después de registrado, como si pudiera haber sido esperado y evitado (por ejemplo, en economía, se habla de que los datos pertinentes estaban disponibles, pero no se asentaron en la contabilidad).

Si tradicionalmente se utilizaba la idea de cisne negro para ridiculizar la historia imposible o la ocurrencia inexistente, una vez que se comprobó que realmente había cisnes negros en Australia Occidental, el término se transformó para denotar la falacia lógica, y la fragilidad del pensamiento humano, puesto que lo imposible se percibe como una inviabilidad refutable en lo venidero.

Nassim Taleb destacó lo importante que ha sido en la historia de la humanidad la aparición del evento extremo, inesperado, o azaroso, por su gran impacto, y por el sesgo retrospectivo, que convierte lo ignorado, debido a las bajas probabilidades de darse, en algo que podía ser profetizado.

En realidad, el cisne negro Covid-19 no es la pandemia originada por la difusión mundial del virus SARS-CoV-2, que surgió debido a un proceso que se llama zoonosis a los humanos desde un animal salvaje, sino las enormes consecuencias de los dos crisis provocadas, sanitaria y económica, con sus repercusiones éticas y sociales.

El virus coronado

No es la primera vez que se produce el salto a humanos del virus animal, como los de la familia SARS-CoV-1 y MERS-CoV, u otros parientes lejanos, tristemente famosos, como el VIH y el Ébola. Lo inesperado del SARS-CoV-2 procede de que no se conoce en absoluto hasta detectado su foco en China de finales de 2019, por lo tanto, no existe memoria inmunológica, y se va aprendiendo mientras se padece. En cuanto a la tasa de contagio, lo que tiene de bueno es ser más pesado que otros virus ARN monocatenarios por lo que su vuelo en las partículas expelidas al aire por los humanos es corto. Pero su mejor virtud es la capacidad de mantenerse activo hasta varios días en superficies de todo tipo, y conoce un periodo de incubación de entre 2 y 14 días, pero parece que tiene una estrategia de latencia asintomática. Los datos al respecto dependen de la experiencia coetánea con la infección, y sus estadísticas.

Se ha afirmado que el Covid-19 es una enfermedad leve que pasa asintomática en el 85% de los afectados. Sólo en un 10% presenta síntomas claros, y un 5% son las situaciones graves, que desembocan en la muerte en un 0,5% (aun así, mucho mayor que el de la gripe estacional). Pero, teniendo la experiencia de individuos con resultado positivo en las pruebas que apenas han sufrido dolor de cabeza y febrícula durante 2 o 3 días, no hay una estadística que demuestre tales números. Y como no se notifican más que supuestos de infección por haberse realizado las pruebas que detectan el ARN -al principio- o las inmunoglobulinas -posteriormente-, es lógico que las proporciones de mortalidad salgan inexactas y abultadas.

Si la media de muertos en España es de menos de 1.200 al día, no sabemos si quienes mueren con Covid-19, lo hacen por Covid-19, o de todas formas, son mayormente de los que hubieran muerto. El virus parece que detecta células pulmonares degradadas y actúa como agravante de patologías previas (las indicadas como mayor riesgo son la hipertensión y la diabetes, de lo que la afectación superior en hombres que en mujeres). Un vez en los pulmones desencadena los decesos por una neumonía bilateral, que deriva secundariamente en sepsis. Pero también se han reseñado personas en la cincuentena, e incluso más jóvenes, saludables, que han estado críticas y han tardado en superarlo.

Cualquiera que sea la gravedad de la pandemia, el caso es que ha expuesto de golpe a toda la población, y la población con más edad y/o con múltiples patologías. Aunque la proporción de infectados afectados en general sea baja, al crecer en pocos días los que se infectan entre los vulnerables, basta para saturar la atención hospitalaria de cualquier sistema de salud. Entonces, la alternativa de los gobiernos es el método de abordar la contención de la infección. Y la táctica de la supresión del contagio mediante el confinamiento domiciliario de la población y el cese de la actividad productiva, es precisamente lo que constituye un cisne negro.

A) La mitigación mediante medidas de alejamiento social consiste en frenar el brote epidémico sin necesariamente detenerlo, para reducir el pico de demanda de los hospitales. Gracias a ello se logra que absorban los enfermos graves en todo momento, confiando en la desaparición estacional por el nivel de rayos infrarrojos y temperatura del verano. Mucha gente enfermará, pero los curados generarán la denominada inmunidad de grupo o de rebaño, y su existencia reducirá el potencial contagioso del virus, hasta que se disponga de vacuna.

Es un método que inicialmente se propugnó en Reino Unido, pero que ya ha transitado a la supresión, pero que se mantiene en Suecia, EE.UU., Japón, Corea, México o Brasil, con lo que se reafirma la prioridad de la actividad económica y la libertad individual. La prohibición de reuniones de un número elevado de personas, con su secuela en los espectáculos deportivos y culturales, es lo más aflictivo, por encima de las recomendaciones del alejamiento social y del teletrabajo, o el cierre de la estructura educativa desde media enseñanza hasta universidad.

B) La supresión mediante el confinamiento domiciliario y el cese de gran parte de la actividad económica, pretende detener el crecimiento epidémico. Se evita la inmensa mayoría de los contagios posteriores a que se hayan activado las medidas, a fin de reducir los casos a niveles tolerables, que permitan el tratamiento de choque en el sistema hospitalario. Hay que mantener ese nivel de cara al verano, con un buen número de personas inmunizadas, hasta que exista vacuna.

Desde el ejemplo inicial extremo de China, pero que se trataba de una provincia, Hubei, después de la ciudad, Wuhan, y no todo un estado. Cualquiera que fuera su tamaño o población, distintos rangos de este método supresor se han ido imponiendo por los gobiernos europeos, como se instauró en Hong Kong o Singapur. La República de Italia y el Reino de España, se han aproximado, a la postre, al modelo chino, pero para unos estados, no para unas regiones de un estado, con el cese de toda la actividad económica no esencial o estratégica desde el 23 y el 30 de marzo, respectivamente. La economía y los derechos individuales salen “tocados” indefectiblemente.

Dos constancias fundamentales en este cisne negro

  • La respuesta a un problema global está siendo rabiosamente estatal, incluso en ámbitos de tanta integración como la Unión Europea, decepcionando la evidencia del nacionalismo sanitario frente a la mutualización del esfuerzo ante la crisis sanitaria.
  • El método de supresión evita el colapso del sistema de salud, pero conociéndose cuándo arranca, y pronosticándose las secuelas sociales y económicas, desde el punto de vista puramente sanitario no se sabe cuándo puede alzarse, ya que la expansión del virus volverá cuando vuelva el contacto social, y el número de infectados curados no es, ni de lejos, bastante para conseguir la inmunidad de rebaño.

Este cisne negro Covid-19 es paradigma del concepto, puesto que, obvio que el aparato de medidas drásticas ante la pandemia ha causado estupor general. Y el impacto en la vida de las personas es radical.

En este plano de la salud y sus exigencias de control del contagio, no solo los epidemiólogos e infectólogos -cuyo protagonismo se ha colmado en las actuales circunstancias- se han aplicado al sesgo retrospectivo para justificar cómo era este virus algo anunciado y la crisis generada una falta de previsión, de inversión en la investigación, y del déficit de seguimiento de las directrices científicas. Todos hemos sido cegados, ahora, por el brillo de las gráficas, por los modelos matemáticos, el “aplanamiento” de las curvas de incidencia, y la supeditación absoluta a la respuesta sanitaria para que el pico epidémico no agrupe un número intratable de afectados.

En ese cisne negro Covid-19 las medidas contra la pandemia han matado la vaquita de muchos. Y se escucha reiterado que el hombre sigue siendo una especie vulnerable, al que una microscópica cadena de ARN descubre que los avances de la era de la inteligencia artificial, la cual nos acercaba a los dioses , puede no evitar el retroceso efectivo a etapas previas al estado de bienestar (donde lo hay). Aunque esto siempre pertenece a una ucronía antropológica, dado que, en el mismo momento de este nuestro mundo, hay territorios y sociedades, sobre todo en África y Sudamérica, en que ciertos avances se basan en datos que realmente no han acontecido para la mayoría. Lugares donde se persevera en la pura lucha por el alimento cotidiano, aunque provista de smartphones.

Pero la vulnerabilidad actualizada puede reforzarnos en una conducta resiliente, como se decía en la parábola de la vaquita. Según se asigna a Albert Einstein la aseveración de que “entre las dificultades se esconde la oportunidad”. Cuando estamos pasando por una situación difícil nos cuesta mucho poder ver el lado positivo de las cosas, pero si se consigue, y se admite el cambio, que no cabe revertir (no resistencia), haciéndolo equivalente a resiliencia, sin pasividad (no resignación), podemos adaptarnos y mejorar.

La resiliencia es la clave

¿Qué es la resiliencia? Se trata de un vocablo que se registra por el inglés desde 1824 y el francés desde 1911, y que no existía en castellano, hasta que se introdujo por primera vez en el diccionario de la RAE del tricentenario en 2014.

Tiene una doble acepción:

  • La primera, que interesa a lo que vamos, bastante deficiente, pero que se mejoró en 2016: “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.
  • La segunda acepción es la que proviene de la física y se refiere a la capacidad que tiene un material para recuperar su mejor forma anterior después de haber sido sometido a circunstancias que lo doblegan, estiran o hacen crujir, lo cual explica muy bien su transferencia semántica a las cualidades de un ser vivo, no solo del homo sapiens.

El primer autor que empleó este término para definir una conducta fue John Bowlby, el creador de la teoría del apego, pero fue Boris Cyrulnik, psiquiatra, neurólogo, psicoanalista y etólogo, el que dio a conocer el concepto de resiliencia en el campo de la psicología en su bestseller “Los patitos feos”. Desde la psicología, es de empleo, hoy día, en la sociología, la economía, el derecho, el arte, o la tecnología.

Los puntos en que claramente se manifestarán aptitudes de superación frente a las adversidades del encierro y la pérdida de ingresos por las personas resilientes se hallan en los campos de la salud, la seguridad ambiental, la comunicación, la agricultura, y las finanzas, y como método, en el teletrabajo.

Ahora bien, al virus SARS-CoV-2, pudiendo alcanzar a cualquiera y para el que nadie tiene la cura, no  le podemos asignar por ello una condición igualitarista. Aunque metafóricamente si, ya que los virólogos hablan de la “personalidad” o del “virus enmascarado” sin ser propiamente un ser vivo, incapaz de transformar la energía con un metabolismo y de reproducirse. No podremos decir que sea resiliente, a pesar de que, invadiendo células de seres vivos, se recupere de la respuesta inmune, se adapte y mute, y haya venido para quedarse como el virus de la gripe estacional. ¿O habrá que modificar nuevamente la definición del Diccionario de la RAE?

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad