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Edorta Etxarandio

– APELLIDOS DE RAZA (y II) –

El inicio de este post lo puedes disfrutar aquí:


La Iglesia de San Vicente Mártir de Abando fue la parroquia de la anteiglesia de Abando, independiente hasta la anexión parcial de 1870, y la definitiva de 1890, por la villa de Bilbao.

El templo es un ejemplo de arquitectura vasca renacentista columnaria de planta de salón, cuya fábrica se comenzó en 1549, bajo dirección de Juan de Arratia, en las bases de la iglesia gótica de finales de siglo XII. Antes de la erección de la torre-espadaña que corona la fachada principal -a los pies-, diseñada en 1894 por José María Basterra en estilo neo-barroco, a la izquierda de la entrada, donde ahora se localiza ahora un tríptico del Bautismo de Jesús pintado por Iñaki García Ergüin, había un habitáculo enrejado con luz a través de una pequeña vidriera a la dicha fachada. Allí, se encontraba la pila bautismal, con copa hemisférica gallonada del siglo XVIII.

Es lo captado por la fotografía, y en esa ubicación fue bautizado Sabino Policarpo Arana Goiri el 25 de enero de 1865 (aunque su biografía oficial dice que nació el 26). Actualmente dicha pila bautismal está colocada en la primera capilla, ingresando a la izquierda, donde puede observarse, en la parte superior, una gran pintura también de Iñaki García-Ergüin, del año 2008. En ella se representa la Última Cena, y cuya originalidad consiste en que podemos ver una mesa en forma vertical, en lugar de horizontal, la cual va transformándose en la figura de Cristo, acompañado por los Doce Apóstoles. En la parte inferior, un relieve de bronce en la pared sobre el bautizo de Jesús, de Ricardo Iñurria. Esta pila del bautismo hizo surgir el campo de mayor éxito de Sabino Arana, el de los nombres de pila

Los nombres de pila, de vasquistas a vascos

Está divulgado, aunque no es de conocimiento general, ni mucho menos su resultancia práctica última, y a los extranjeros les sorprende extraordinariamente, el fenómeno único, de que en el siglo XXI la mitad de los nombres de pila masculinos más empleados entre los ciudadanos vascos sean invento riguroso de una persona, más de cien años antes (siendo euskéricos el 72% de los nombres de vascos nacidos entre 2008 y 2018, y el 63% de los nombres de vascas nacidas en el mismo periodo).

Esta persona fue precisamente Sabino Arana. Hasta que éste descubriera la esencia del pueblo vasco, los bautizados llevaba nombres de pila correspondientes a los tradicionales en la familia, comúnmente el primer nacido de cada sexo del abuelo o abuela, incluso pudiendo reiterarse entre descendientes de mismos progenitores, y alternativa o cumulativamente, los nombres indicados por padrino y/o madrina, o nombres del santoral católico, siendo costumbre que el padre o padrino eligiera para los varones y la madre o madrina para las hembras. Salvo unos pocos residuos prelatinos, como Beltza, Txurio o Motza, algunos nombres tradicionales medievales, así Eneko, Mikel, Xabier, y Oier, o ciertos hipocorísticos, que escasamente pasaban a documentos, Joanes, Peru, Manex, Beñat o Gartxot, las formas eran siempre castellanas en España y francesas en Francia, como en los restos arqueológicos de Aquitania y Navarra, la inmensa mayoría de nombres propios fue romana.

Sabino Arana instauró un notabilísimo cambió en 1897, inventándose nombres de pila nuevos, que no había llevado persona alguna previamente, en patente autoafirmación de la diferencia de los nacionales vascos o euzkos, esencialmente diferentes de las otras naciones, y específicamente de la nación española, que era el objeto de su enemiga por razones históricas. Por sus escritos, no fue algo de cuya aceptación confiara, pero la precitada autoafirmación identitaria le había sido desvelada por la Providencia y debía promocionarla en su “misión”. Si hasta entonces no había especial preocupación por lo autóctono a la hora de designar al recién nacido, que se identificaba por la denominación de su casa, entonces se convirtió en una ambición de unos pocos que, mucho más allá del resultado exitoso de otras ambiciones culturales y políticas del nacionalismo, conoció acogida popular por parte de progenitores vascos (para 1937, en ciertos distritos de Bizkaia hasta una cuarta parte de los nacidos llevaban nombres sabinianos). A este éxito contribuyó su inicial represión por la jerarquía eclesiástica (el obispado de Vitoria no admitió los bautismos con nombres sabinianos, prohibiéndolos en 1907 Monseñor Cadena y Eleta, navarro monárquico, mediante una instrucción muy desabrida, lo que llegó hasta Roma, que sentenció con moderación, aunque manteniendo el deber de redacción en castellano, aunque el clero rural enseguida transformó su integrismo carlista en nacionalismo vasco). Luego contribuyó a la definitiva expansión la posterior prohibición por el estado autoritario del franquismo, cuando precisamente fue habitual bautizar con los equivalentes aranistas de las inscripciones en el registro civil. Difusión del todo inopinada alcanzarían para el autor de la iniciativa, si pudiera haber llegado a conocerla, cuando no solo vascos que no eran nacionalistas e incluso contrarios al vasquismo, asumieron los inventos jeltzales para nombrar sus criaturas, y más ajeno todavía a la idea primitiva, que quienes no son vascos escojan nombres creados por Sabino Arana, acaso por resultarles eufónicos y originales, o por emulación de personajes famosos, actualmente sin restricciones especiales en los registros oficiales.

Sabino Arana buscaba la oposición a los nombres españoles desde un doble pie forzado, que los vascos tuvieran nombres debidamente católicos y que su raíz se hallara en el euskara. En cuanto a lo primero, no se prestaría atención más que a los nombres del santoral, pero sustituyendo su versión castellana, y en cuanto a lo segundo, la formación de la variante en euskara, en el purismo lingüístico propugnado por el fundador del PNV, euskera garbia que tomaba como referente el dialecto vizcaíno despojado de todo léxico de evolución erdara (semi-lengua, no euskara), ya se catalogara adecuadamente como préstamo romance o no. En ningún caso, un correcto estudio filológico de la adopción conforme a la praxis morfológica y fonética histórica de los nombres latinos, griegos o germánicos del calendario cristiano, ni siquiera una “limpieza” de las formas vascas tradicionales, sino rigurosos inventos desde dudosas reglas neológicas aplicadas a étimos de los nombres del santoral, raíces supuestamente originales, averiguadas, a veces, con cierto capricho. En 1897 se publicó “Egutegi Bizkattarra” (Calendario Vizcaino), que fue completado en 1910, después de la muerte del “Maestro” por la Comisión de Euzkera de Bizkaia, con la dirección y prólogo de uno de sus colaboradores más cercanos, el profesor de Bergara Luis Eleizalde Breñosa, de la línea autonomista, titulándolo “Deun-Ixendegi Euzkotarra” (“Santoral Vasco”). A fin dibujar mejor el distingo del castellano, opinó el santoral euzkotarra que los nombres vascos de mujer debían acabar todos en -e (salvo el de la Virgen, Miren), y los de hombre casi todos en -a (Iñaki se incluyó como forma antigua de Iñigo). Los militantes del PNV, con arreglo a la nomenclatura autorizada por Sabino Arana, pasaron a escribir los apellidos, con la ortografía básicamente tomada de Pedro Pablo Astarloa, más el sufijo que indica gentilicio -tar, y por delante del nombre del nuevo nombre de pila: así, Eleizalde eta Breñosa´tar Koldobika. Por ejemplo, Luis es Koldobika, de un étimo germánico Hlodowig, abreviatura Koldo, de gran aceptación, y Luisa Koldobike, menos acogido. Pocos nombres conserva el Izendegi tradicionales, como Mikel, Iñaki, Txomin o Gontzal. Alguno se cuela sin “purificar” del romance, como Pillar/Pillare, quizá por integrismo católico en favor de la única aparición mariana en cuerpo mortal de Zaragoza. Algunos convivieron bien con sus versiones vascas antiguas, latinas o hipocorísticas, así Kepa (del étimo arameo bíblico, en La Vulgata Kephas), con Peru y Pello, o Gotzon/Gotzone (de gogo, alma, y zain, guarda), con Aingeru y Anjela.

 


Pablo Pedro Astarloa Aguirre (1752-1806), fue un reputado sacerdote lingüista, conocido por su “Apología de la Lengua Bascongada”, publicada en 1803 en Madrid, en donde estaba desde un año antes y en donde permaneció hasta su muerte, tiempo matritense que realmente es el conocido por las fuentes históricas.

Fue inspirador, siempre en la línea apologética y de recurso al mito, de las tesis de Sabino Arana sobre la gramática del euskara. El santoral euzkotarra, al unificar la terminación de los nombres de hembra en -e, y fijar como mayoritario el final en -a de los de varón, solo indicó expresamente que -n y -e corresponden en euskara a la mujer. Así, tenemos Kepa, Gaizka o Josu, para ellos y Ane, Edurne o Josune, para ellas. El sistema hacía que Domeka, en la tradición Dominga o Dominica, quedara asignado a los hombres, sin aceptación alguna, por lo que se admite el hipocorístico Txomin, y Domeke para mujeres, de muy escaso aplauso; y nombres tradicionales se tenían que adaptar, como el santuario de la patrona de Bizkaia, que de repente convertía Begoña en nombre masculino, en tanto que las mujeres debían tomar Begoñe, lo cual no ha tenido la más mínima aprobación.

Resurrección María Azcue, en un artículo de 1932 sobre el Santoral Vasco, relata como el cura de Bolibar le testimonió un episodio de la vida Astarloa, quien sostuvo en su iglesia de Durango, dirigiéndose a una madre con su niño en brazos para el bautizo, el pintoresca juicio, a lo que parece asegurado por los cirujanos que asistían a los partos, que los recién nacidos empiezan llorando en “a-a-a”, mientras que las recién nacidas en “e-e-e”. Más creía Azcue que movió la tesis a ver en la vocal “e” un índice de terminación femenina la existencia de ar: macho y eme: hembra, “a y e”. Koldo Mitxelena consideraba que en esta distinción quizá tuvo que ver la inicial de los nombres de Adán y Eva. En realidad, en los tiempos actuales, en que de la disforia de sexo, con cambio de nombre por el de género, transita a la negación del sistema binario, la evolución se coloca en la indiscriminación de los nombres de pila, para hombre, mujer, o sin género propio

Lo inusitado de los inventos de nombres de pila vasquistas, al pasar sencillamente a vascos, como los recuperados antiguos y populares, Gaizka, Unai, Iker, además de los clásicos Mikel, Iñigo y Xabier, los creados por otros autores como Asier, Aitor o Amagoia, y a la postre, de vascos a nombres universalmente elegidos por cualquier progenitor. Así mismo se ha sumado la ecología panteísta moderna, de Harkaitz, Ibai, Haizea u Hodei, más allá de la iniciativa de una persona, que ha terminado alcanzando una madurez jurídica y social consolidada en la sociedad moderna española, es que grupos sociales abiertamente contrarios no solo al nacionalismo vasco sino a la discriminación positiva de la minorizada cultura euskérica, asumieron sin mayor resistencia llamar a sus retoños con nombres inventados por un partido político del que abominan, para llegar a portarlos ellos mismos, como la crónica diaria de acontecimientos políticos, las páginas deportivas y los artistas y profesionales técnicos emergentes acreditan, sin que sea lugar para relacionarlos concretamente.

El paradigma hebreo


En 1934, Gazi Mustafa Kemal Paşa, presidente de la República Turca, adoptó un apellido exclusivo, y pasó a ser Kemal Atatürk (su familia pasó a apellidarse Atadan).Un fenómeno de invención antroponímica general, más moderno, y estatal, no como la iniciativa del nacionalismo vasco, pero igualmente en un momento de revolución lingüística Fue el promovido por la Ley turca de apellidos de 1934, conforme a la que la nueva república decretó el uso obligatorio del apellido a la manera occidental.

Así se produce el escenario de quien conoce las circunstancias de la elección por su abuelo de su apellido, en ocasiones curiosas o insólitas. La inmensa mayoría de los apellidos turcos no tienen más de 85 años de antigüedad. Estos se adoptaron con libertad por cada padre de familia, para lo que se imprimieron y difundieron cuadernillos con modelos de apellidos, por oficios, topónimos, cualidades, apodos, animales, minerales, plantas, etcétera.

Lógicamente, no hay ningún registro europeo de apellidos, formados desde la Baja Edad Media hasta el final del Antiguo Régimen en las revoluciones del siglo XIX, en que pueda encontrarse a quien se apellide Telefoncuoğlu (hijo de telefonista), como se encuentra en Estambul. En el imperio otomano y los primeros años de la república, los habitantes de su jurisdicción, turcos o no, tenían a la manera árabe o persa. Constaba del nombre propio, al que agregaba el nombre del padre, con sufijación o no, y muchos individuos llevaban añadido un apodo o epónimo heroico, y en algunas regiones ostentaban tradicionales gentilicios de clan (lakap). En el plan de modernización de Mustafá Kemal, occidentalización y unificación nacional, después de la abolición de la Sharia y del califato, el cambio del calendario, la adopción del sistema métrico, el alfabeto latino, y la reforma lingüística, exigía apellidos distintivos e inmutables. Además, se promovió la desaparición de los tratamiento honoríficos nominalizados (quedaron como apellidos, para quienes los eligieron). Solo se prohibieron los sufijos indicativos de los patronímicos de minorías étnicas, los etnónimos, y algunos de los lakaps

La preocupación social por los nombres y apellidos semejante a la de los vascos solo es comparable en las sociedades judías, de la diáspora (también existe la denominada diáspora vasca, que conserva ese interés), como de Israel.

El único fenómeno similar al del vasquismo nacionalista de finales de siglo XIX y principios de siglo XX, de suplantación del pasado en lo antroponímico, por la necesidad de adoptar una nueva identidad, y de simbolizarla en la identificación con la ancestral lengua propia, ha sido el del sionismo, aquél en euskera y éste en hebreo.

Nombres judios vs nombres vascos

Las diferencias de presupuestos, de dinámica y de resultados son patentes:

-Como punto de partida, los judíos tenían como propios todo el elenco de nombres bíblicos, inequívocamente semíticos, que compartían con los cristianos.  Por otra parte, los vascos no tenían a finales del siglo XIX más que unos pocos nombres propios arcaicos y todo el santoral católico y de la ubérrima geografía de vírgenes marías, en alfabeto latino, y con morfología y fonética española o francesa. Mientras que los judíos, en toda su dispersión, no tenían más que unos pocos apellidos de raíz hebrea (Cohen, Levi, Aim, Simon), cuando los vascos tenían una extraordinaria variedad de apellidos de raíz euskérica, aun cuando se consideraran apellidos castellanos, navarros, gascones o franceses. Los judíos habían cambiado sus apellidos en innumerables ocasiones a lo largo de la historia debido a conversiones forzosas, a intolerantes leyes, o simplemente de forma voluntaria para huir de la discriminación.  Y si los conservaban, los sometieron a variantes gráficas para asimilarse, en “recomendable” anglicanización, germanización o rusificación.  

-Como punto de llegada, los judíos de Israel culminaron un proceso de hebraización de los apellidos, manteniendo sus nombres, con la nueva ortografía, y creando otros nuevos, de signo patriótico, alejados de lo talmúdico. La hebraización consiste en otorgar a un apellido extranjero características morfológicas o semánticas del hebreo, conservando algunas de la palabra original. Se trataba de modificar componentes culturales negativos, principalmente del idioma, puesto que deseaban reemplazar con el hebreo moderno las lenguas que traían los judíos de distintas naciones. Desde los pioneros de los kibutzim hasta los últimos inmigrantes a Israel, mayormente askenazis, y por lo tanto, yiddish, alemán y ruso; abandonar el recuerdo doloroso de las familias dejadas atrás, diezmadas en el Holocausto. O renegadas, diluidas en la diáspora y cuando no aprovechar el abandono de identidad, al paso a la actividades de organizaciones secretas sionistas.

La euskarización de apellidos no ha sido necesaria para un nuevo paradigma cultural. Nunca podía servir el euskara unificado como fórmula de comunicación común general de los vascos, por la evidente diglosia histórica respecto del castellano y el francés. Y el movimiento nacionalista, ni siquiera se ha acercado a conseguir un estado independiente.

La metamorfosis del nombre

Para el logro del Estado de Israel, el David Grün polaco pasó a David Ben-Gurión, el Shnayer Zalman Rubashov ucraniano pasó a Zalman Shazar, el también ucraniano Efraim Katchalski pasó a Efraim Katzir, por citar los primeros presidentes. Hasta la Golda Mabovich, que con ocho años la llevaron a EE.UU., casada Meyerson, terminó por ser la legendaria Golda Meir desde que en 1956 fue nombrada ministra de asuntos exteriores. Las estructuras de la hebraización seguían la pauta de intentar la conservación del mismo valor semántico del apellido primitivo:

  • Asimilar la morfología, reduciendo el número de fonemas.
  • Eliminar -o sustituir por equivalentes semíticos- los sufijos germanos o eslavos -stein, -berg, -baum, -sohn, -son, -mann, -chik, -ski, -er, -ev, -wicz.
  • A veces, acudir directamente a la traducción.
  • Y como pasó con los nuevos apellidos turcos en 1934, emplear los nombres abstractos de los sentimientos de la época de la creación del estado de Israel.
  • Aparte de una adaptación ortográfica para los miles de apellidos vascos que la necesitan (nunca ha existido un alfabeto diferente del latino para el euskara, como lo tiene el hebrero), la cual no está exenta de problemas si no se respetan las variantes dialectales, la euskerización se ha centrado para el nacionalismo vasco en los nombres de pila, y no ha habido precisión de modificar el paradigma cultural mediante modificación de los apellidos, en la medida que, inicialmente la base era étnico-biológica, y luego étnico-cultural, dentro del reino de España.
Ben-Zion Ben-Yehuda fue el hijo de Eliezer Ben-Yehuda (inscrito Perelman en Luzhki, Bielorrusia, en 1858, visionario sionista decidido a convertir al hebreo de idioma sacro en la lengua a usarse diariamente. Partiendo de los estudios del movimiento Haskalà, fue el primer hablante nativo de hebrero moderno en la historia, ya que su padre rechazó exponerlo a otras lenguas durante su niñez.

No a Sabino Arana, esencialista de la nación vasca, pero sí a sus seguidores, cuando el referente ha pasado a ser lo socio-cultural y especialmente lo idiomático, les fascinaría esa imagen de Eliezer, cuando desembarcó en 1881 en el puerto de Jaffa, y enfatizó a su mujer que a partir de entonces no se dirigiría a nadie, a ella tampoco, más que en el hebreo moderno, que había construido para la resurrección de su pueblo.

No conocemos de nadie que haya nacido y relacionado con los demás exclusivamente en euskara batua, por lo que no tenemos nuestro Itamar, quien murió en Nueva York en plena II Guerra Mundial. Periodista notorio, escribió su autobiografía bajo el seudónimo Ben-Avi (“Avi» es una abreviatura creada a partir de las primeras tres letras del nombre Eliezer Ben Yehuda en hebreo, y también puede significar padre). En ese libro, que publicó con una versión inventada de letras latinas del alfabeto hebreo y texto de lectura obligada para todo patriota israelí, aparece su conflictivo amor por Leah Abusheid, quien sería su esposa, de una acaudalada estirpe sefardí.

La mayoría del sionismo consideraba el trabajo de Eliezer una utopía, prueba de lo contrario que fue Itamar, y fue la precisión de contar con una lengua propia que constituyera el instrumento de comunicación común de los integrantes de los judíos que abandonaron la diáspora para formar su comunidad en Palestina,  lo que obtuvo el apoyo de todos los nacionalistas judíos, excepto de los ultraortodoxos. A principio del siglo XX el hebreo había avanzado un gran camino hacia convertirse en la lengua principal de la población judía en Palestina durante el Protectorado británico de Palestina, para convertirse en la lengua oficial del Israel fundado en 1948. Y en la actualidad, es la lengua materna de todos los israelitas nacidos en el nuevo estado

Los apellidos fabulosos

Un ejemplo extravagante de euskerización de apellidos lo protagonizó, cómo no, Luis Arana Goiri, quien directamente acudió al expediente de vasquizar los apellidos de su esposa.

Josefa Alejandra Englada Hernández, nacida en Urrea de Jalón (Zaragoza) en1872, quien fuera la joven ama de llaves que en Barcelona se ocupó de la casa donde vivían los hermanos Arana en su época estudiantil. Así, María Josefa pasó a ser Eguaraz Hernadorena, de cara al nacimiento en Uztaritze -Labourd- de Javier, su segundo hijo, en 1900. La modificación no operó con el primero, Luis María Manuel Ángel Arana Englada, bautizado el 25 de febrero de 1893 en la parroquia Nuestra Señora de los Ángeles de Barcelona. Esta euskerización se reprodujo para los demás hijos, incluso para el quinto hijo nacido en Madrid, Santiago.

En el exitoso nacionalismo israelí de raíz étnica modernamente acudió a la mitificación, dando lugar a patrañas tontas. Por ejemplo, Simón -luego se transcribía Shimon- Peres, cuando era ex ministro de defensa del Estado de Israel, y entonces lideraba la oposición socialista en la Knesseth, declaraba en una entrevista recogida en el Diario ABC de 11 de marzo de 1978, en tiempos en que se estudiaba el establecimiento de relaciones diplomáticas con el Reino de España:

“El nombre Peres tiene su origen en la lengua hebrea, ya que en la española no tiene ningún significado. En hebreo podría usted traducirlo como pájaro, miga de pan, etcétera. Por eso le puedo asegurar que cada español que se llame Peres aunque ustedes cambian la s por z, puede afirmar que su apellido es hebreo”.

Shimon- Peres

Lo que puede asegurarse es, como se ha dicho, que Pérez, Peres, Piris o Pires, en castellano, catalán o portugués, son claros apellidos patronímicos, que significan “hijo de Pedro, Pero o Pere”, siendo el sufijo de los cognomina de descendencia. Y si un hebreo lleva dicho apellido es de lo más probable que tenga ascendencia sefardí, esto es, que proceda de los judíos expulsados por el Decreto de los Reyes Católicos de 1492 que, junto con la vieja llave de la abandonada casa, y el idioma, llevaron su apelativo familiar.

Del todo dudoso en el caso del venerable premio Nobel de la Paz Shimon, quien acabó siendo Presidente de Israel desde los 84 a los 91 años. Nada indica que fuera sefardí, y nació en Vishnyeva, cuando se hallaba la Polonia engrosada de entreguerras denominándose Viszniew, actualmente Bielorrusia, y su apellido era Pershky o Perski, que le fue cambiado, cuando ya estaba en Palestina, a la que le llevaron sus progenitores sionistas en 1934, con 11 años, y cuando empezó a aprender el hebreo moderno.

A pesar de lo difundido que estaba el origen sefardita de Shimon Peres era ashkenazy oriental rusificado. En su libro de memorias “Soñar sin límites” (Nagrela), que su hijo Chemi Peres presentó el 26 de febrero de 2019 en el Centro Sefarad-Israel de Madrid, descubrimos que no fue un acrónimo de letras hebreas del apellido eslavizado, lo que estaba en boga entonces, ni un cognomen de fantasía. Por lo que cuenta en sus memorias, Peres, que en hebreo que significa buitre -especificación de lo que en la entrevista de 1978 era un pájaro-, fue el apodo ganado en sus tiempos de la política clandestina en la Haganá, con el sustituyó el Perski original.

 


En la Segunda Guerra Mundial, el gueto de Vishnyeva incluía a 1.100 hombres, mujeres, niños y bebés, que no habían terminado por emigrar, de casi el doble, que eran las dos terceras partes de la población, y fueron quemados vivos por los nazis y sus colaboradores locales en la sinagoga el 22 de septiembre de 1942.

Entre los muertos en ese día estaba el abuelo materno de Shimon Peres y otros de sus parientes. Algunos de éstos habían sido llevados al gueto del pueblo cercano de Valózhyn, en el Imperio zarista Walozyno, y asesinados allí, pueblo que en algunas fuentes se coloca como de nacimiento de Shimon Perski. Un equivalente posterior, más conocido, de masacre, no específicamente de judíos, y con incendio de templo, aunque el fuego fue posterior a la mortandad, fue el de Oradour-sur-Glane, población mártir francesa. Siempre me he preguntado cómo llegaría a vivir en Oradour  para el tiempo en que, el 10 de junio de 1944, por obra de los monstruos alsacianos del primer batallón del Regimiento SS-Das Führer, hallaron su tumba, encerrados en la iglesia 250 mujeres y casi otros tantos niños, quien en la lista del cenotafio de cuerpos identificados figura como Carmen Silva de Lorente, 7-8-1904, Bilbao

Aunque la más famosa de los Perski no fue Shimon, sino su prima, Lauren Bacall. Sus padres eran hermanos, Isaac y Wulf Perski, respectivamente. A la estrella de cine, nacida año y medio más tarde que su primo israelí, ya cuando sus tíos se habían establecido en el Bronx, le asignaron los nombres de Betty Joan.

Su madre era judía de origen rumano, Natalia Weinstein, quien unió sus apellidos Weinstein-Bacal y luego cambió a Bacall, el escogido por Lauren, al elegir también nuevo nombre propio. En realidad, en esta foto, poco antes de cumplir los 21 años, y para entonces emparejada con Humphrey Bogart, todavía cabe atisbar a la muchacha judía de raíces en el Oriente europeo. Teniendo como mentor a Howard Hawks, no solo había abandonado apelativos familiares ruso-moldavos, sino pronunciación, tono de voz, y timidez. Atisbo resistente en esa ambigua mirada de soslayo, que se convertirá en un signo de personalidad, incrementando el magnetismo de su fotogenia

La diáspora sefardí y la genealogia judía

Quien sí llevaba un Péretz sefardí fue su sucesor de Shimon en el liderazgo del partido laborista en 2005, Amir, al nacer Armad, originario de Boujad en Marruecos, de la remota diáspora castellano-aragonesa, y emigrado a Israel, después de la independencia. Y al de un mes de esa entrevista en que se produce el exabrupto de nacionalismo cultural, en abril de 1978, fue elegido Presidente de Israel Isaac -ahora se trascribe Yitzjak- Navón, éste sí genuino sefardí. 

Reconocido dramaturgo, conocedor del ladino, de un antigua estirpe de Jerusalén, que procedía de Marruecos, pasando por Turquía. No son tantos, en número ni en importancia de los personajes de Israel provenientes de la diáspora desde Sefarad, puesto que la mayoría, en la creación del Estado y hasta hoy en día, son los ashkenazim, ya de la influencia alemana inicial o la rusificada.

Ningún sefardí tiene apellido que “tiña” de judaísmo a los abundantes españoles, descendientes de cristianos viejos o conversos, que no salieron de la Península, ni lo hicieron hacia Canarias o América, sino al contrario, algunos pocos israelitas están teñidos de hispanidad ancestral.

De todas las formas, en los sitios genealógicos judíos se insiste en que el apellido Pérez, a la española, no es apellido de origen español sino palabra hebrea que designan los capítulos en que La Torah (los cinco libros de Moisés). Se divide para su lectura semanal, a efectos de completar en todo el año la lectura sagrada; o que procede de Pharés, que significaba brecha o rotura, hijo de Tamar y Judá, nieto del patriarca Jacob; o de uno de los nombres de la tradición judeo-ortodoxa del Mesías; etcétera. Desde luego, si Peretz o Peres fuera un original apelativo hebreo, su españolización como Pérez para ocultar su origen por problemas religiosos anteriores a los tiempos de la Inquisición, debiera haber sido algo más eficiente, como ocurriera mucho después con las traducciones al alemán o ruso, por las opresiones prusiana o zarista de principios de siglo XIX.

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